17/05/2018, 18:07
(Última modificación: 17/05/2018, 18:09 por Inuzuka Nabi.)
El cazador no contestó a Juro, o más bien, estaba demasiado asombrado de lo que sus ojos veían como para siquiera escuchar al muchacho. Daigo no solo había aparecido en escena sino que sin avisar a nadie ni pedir ningún tipo de consejo de sus superiores metafóricos se había lanzado a por uno de los pandas que se habían detenido un momento para dejar pasar al grande.
El animal fue aplastado contra el suelo por una suerte de ninjutsu de aire y su chillido de dolor ensordeció a varios de sus compañeros, incluso el mayor de ellos se giró para comprobar qué acababa de pasar. Desafortunadamente para Daigo, el oso se puso a dos patas, percibiéndolo como una amenaza.
Aún estando en el aire, sin darle tiempo ni a pensar, recibió un golpe de pata tremendo, que lo lanzó al lado opuesto a Juro y Jin y le hizo rodar un par de veces una vez hizo contacto con el suelo. Jin le pasó un brazo por delante al shinobi, indicándole que no se moviese. Después de un par de tensos segundos, el oso rugió y se giró de nuevo a su comida, ignorando todo lo demás.
— Hay que matarlos antes de que acaben de comer.
Fue seco y directo. Señaló al pobre animal que Daigo había aplanado contra el suelo, ahora se intentaba arrastrar hasta donde estaban los muebles de bambú, entre sollozos y quejidos.
— Y a ese hay que rematarlo, que vaya chapuza.
El animal fue aplastado contra el suelo por una suerte de ninjutsu de aire y su chillido de dolor ensordeció a varios de sus compañeros, incluso el mayor de ellos se giró para comprobar qué acababa de pasar. Desafortunadamente para Daigo, el oso se puso a dos patas, percibiéndolo como una amenaza.
Aún estando en el aire, sin darle tiempo ni a pensar, recibió un golpe de pata tremendo, que lo lanzó al lado opuesto a Juro y Jin y le hizo rodar un par de veces una vez hizo contacto con el suelo. Jin le pasó un brazo por delante al shinobi, indicándole que no se moviese. Después de un par de tensos segundos, el oso rugió y se giró de nuevo a su comida, ignorando todo lo demás.
— Hay que matarlos antes de que acaben de comer.
Fue seco y directo. Señaló al pobre animal que Daigo había aplanado contra el suelo, ahora se intentaba arrastrar hasta donde estaban los muebles de bambú, entre sollozos y quejidos.
— Y a ese hay que rematarlo, que vaya chapuza.