17/05/2018, 18:40
... la figura de Makoto Masaru, agachado junto al hueco que quedaba entre la pared de madera de la habitación y su cama, que había despegado ligeramente de la misma. El recién iniciado, al verse sorprendido, se agarró la rodilla y fingió una mueca de dolor. Un truco demasiado barato para los ojos de Datsue, que incluso en aquellas carnes de viejo maestro y sin el Sharingan, supo distinguir perfectamente su mentira.
Todavía haciendo como si le doliese la rodilla, fruto de una caída fortuita, el nuevo monje se puso en pie y realizó una profunda reverencia.
—Oonoji-sama, ruego me disculpe. Estaba arreglando mi habitación y tropecé torpemente —se excusó, sin mirar al anciano. Sólo después levantó la cabeza—. Escuche, maestro, sobre lo ocurrido con nuestros invitados... Sepa que estoy profundamente arrepentido, y le pido disculpas de nuevo. Todavía no termino de habituarme a mi nuevo hogar, y a veces parece que las fauces del Yomi todavía están abiertas para mí, esperando recibirme...
No había mentira en aquello; Masaru realmente era consciente del peligro que corría desde que aquellos dos ninjas habían llegado con el señor Iekatsu.
Todavía haciendo como si le doliese la rodilla, fruto de una caída fortuita, el nuevo monje se puso en pie y realizó una profunda reverencia.
—Oonoji-sama, ruego me disculpe. Estaba arreglando mi habitación y tropecé torpemente —se excusó, sin mirar al anciano. Sólo después levantó la cabeza—. Escuche, maestro, sobre lo ocurrido con nuestros invitados... Sepa que estoy profundamente arrepentido, y le pido disculpas de nuevo. Todavía no termino de habituarme a mi nuevo hogar, y a veces parece que las fauces del Yomi todavía están abiertas para mí, esperando recibirme...
No había mentira en aquello; Masaru realmente era consciente del peligro que corría desde que aquellos dos ninjas habían llegado con el señor Iekatsu.