17/05/2018, 19:18
«Pero, ¿qué cojones…?»
Efectivamente, en la habitación estaba Makoto. Solo. ¿De dónde había oído entonces la otra voz? ¿O es que acaso los nervios le habían jugado una mala pasada y, en realidad, se había tratado solamente de Makoto hablando consigo mismo?
Fuese como fuese, estaba claro que le había pillado haciendo algo indebido. La reacción de Makoto no pudo ser más patética, fingiendo un golpe en la rodilla y apretando los dientes del dolor con demasiada exageración. Estaba claro que, como antiguo noble que era, no estaba acostumbrado ni a fingir ni a mentir. Y es que, cuando uno pertenece a la alta sociedad, no necesita excusarse en nada. Ni esconder nada ante los plebeyos. Debido o indebido, ellos eran la ley.
—Comprendo tu aprehensión, pero espero que esto no vuelva a repetirse, Makoto Masaru-san —¿Lo habría dicho así el verdadero monje? Datsue tenía claro que, cuanto menos hablase, mejor que mejor. Cada palabra era una oportunidad nueva para cagarla y ser descubierto—. El huerto necesita de tus labores, acompáñame.
Sin esperar respuesta, Datsue dio media vuelta en su disfraz y caminó con pasos lentos pero firmes —tratando de imitar los de Oonoji— a lo largo del pasillo, en dirección al huerto. Una gota de sudor bajó por su espalda. Como justo saliese ahora otro monje al pasillo…
Contuvo las ganas de andar más rápido. «Venga, ¡tú puedes!». Faltaba poco, muy poco… y Akame a buen seguro sabía que iban para allí. Después de todo, había oído toda la conversación por el comunicador.
Efectivamente, en la habitación estaba Makoto. Solo. ¿De dónde había oído entonces la otra voz? ¿O es que acaso los nervios le habían jugado una mala pasada y, en realidad, se había tratado solamente de Makoto hablando consigo mismo?
Fuese como fuese, estaba claro que le había pillado haciendo algo indebido. La reacción de Makoto no pudo ser más patética, fingiendo un golpe en la rodilla y apretando los dientes del dolor con demasiada exageración. Estaba claro que, como antiguo noble que era, no estaba acostumbrado ni a fingir ni a mentir. Y es que, cuando uno pertenece a la alta sociedad, no necesita excusarse en nada. Ni esconder nada ante los plebeyos. Debido o indebido, ellos eran la ley.
—Comprendo tu aprehensión, pero espero que esto no vuelva a repetirse, Makoto Masaru-san —¿Lo habría dicho así el verdadero monje? Datsue tenía claro que, cuanto menos hablase, mejor que mejor. Cada palabra era una oportunidad nueva para cagarla y ser descubierto—. El huerto necesita de tus labores, acompáñame.
Sin esperar respuesta, Datsue dio media vuelta en su disfraz y caminó con pasos lentos pero firmes —tratando de imitar los de Oonoji— a lo largo del pasillo, en dirección al huerto. Una gota de sudor bajó por su espalda. Como justo saliese ahora otro monje al pasillo…
Contuvo las ganas de andar más rápido. «Venga, ¡tú puedes!». Faltaba poco, muy poco… y Akame a buen seguro sabía que iban para allí. Después de todo, había oído toda la conversación por el comunicador.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado