19/05/2018, 18:36
—No te preocupes, seguro que todos los de Uzushio aprobamos, por lo que sé, somos bastante buenos todos.
—Probablemente estés en lo cierto —aceptó ella, aunque muy en el fondo seguía pensando que ella no tenía tantas oportunidades como el resto.
—De aquí a nada estaremos los dos con nuestra plaquita de chunnin, ya lo verás.
Y ella sonrió, aunque antes de poder decir nada volvió a tropezarse y, si no llega a ser por la sujeción que ejercía Riko sobre ella, probablemente se había comido el ardiente suelo que se encontraba bajo ellos. Con suerte al final de la calle podrían llegar al hospital.
No parecía estar a rebosar, es más, a parte de las visitas diarias y algún que otro problema, parecía estar bastante tranquilo. Cuando entrasen no tendrían ni que esperar pues las oscuras suposiciones de Eri se hicieron verdad: su hermana estaba allí, en la entrada, consultando unos papeles.
La verdad era que, en comparación con su hermano, llevaba sin verla medio año, y seguía prácticamente igual. Cabello bien peinado y recogido en un moño bajo, la bata bien puesta y centrada en su trabajo. A decir verdad, quería intentar que no la viese, pero...
—¿Se puede saber en qué lío te has metido ahora para acabar así? —le espetó su hermana nada más verla, con el ceño y los labios fruncidos. Se fue acercando a zancadas hacia ambos shinobi para señalar la herida de su hermana —. ¿Esta vez cómo te lo has hecho? No me digas que Ryuu te ha vuelto a clavar la Naginata en la pierna, ¿no? ¡Este chico! —comenzó a maldecir—. ¡Vaya familia!
—Hotaru... Verás... —empezó la chica, temblorosa —. Ha sido por un entrenamiento aquí, con Riko-san... —rió nerviosa.
—¡Identifícate! —le espetó a Riko.
De verdad, exiliarse no parecía tan mala idea.
—Probablemente estés en lo cierto —aceptó ella, aunque muy en el fondo seguía pensando que ella no tenía tantas oportunidades como el resto.
—De aquí a nada estaremos los dos con nuestra plaquita de chunnin, ya lo verás.
Y ella sonrió, aunque antes de poder decir nada volvió a tropezarse y, si no llega a ser por la sujeción que ejercía Riko sobre ella, probablemente se había comido el ardiente suelo que se encontraba bajo ellos. Con suerte al final de la calle podrían llegar al hospital.
No parecía estar a rebosar, es más, a parte de las visitas diarias y algún que otro problema, parecía estar bastante tranquilo. Cuando entrasen no tendrían ni que esperar pues las oscuras suposiciones de Eri se hicieron verdad: su hermana estaba allí, en la entrada, consultando unos papeles.
La verdad era que, en comparación con su hermano, llevaba sin verla medio año, y seguía prácticamente igual. Cabello bien peinado y recogido en un moño bajo, la bata bien puesta y centrada en su trabajo. A decir verdad, quería intentar que no la viese, pero...
—¿Se puede saber en qué lío te has metido ahora para acabar así? —le espetó su hermana nada más verla, con el ceño y los labios fruncidos. Se fue acercando a zancadas hacia ambos shinobi para señalar la herida de su hermana —. ¿Esta vez cómo te lo has hecho? No me digas que Ryuu te ha vuelto a clavar la Naginata en la pierna, ¿no? ¡Este chico! —comenzó a maldecir—. ¡Vaya familia!
—Hotaru... Verás... —empezó la chica, temblorosa —. Ha sido por un entrenamiento aquí, con Riko-san... —rió nerviosa.
—¡Identifícate! —le espetó a Riko.
De verdad, exiliarse no parecía tan mala idea.