21/05/2018, 12:12
Daruu volvió a abrazarla, y ella le estrechó con fuerza en un intento por reconfortarle.
—S... sí. Supongo que tienes razón —respondió al fin. Pasaron así, abrazados, varios segundos hasta que el muchacho volvió a hablar—. ¿Vamos a casa, Ayame?
Ella suspiró. La verdad es que no quería. Estaba tan a gusto junto a Daruu, paseando tranquilamente por las calles de Amegakure como dos simples enamorados, que no sentía deseos de separarse de él y regresar al mundo shinobi al que pertenecía y que estaba tan plagado de problemas.
—Sí... será lo mejor... —respondió, sin embargo, con una sonrisa triste. No les quedaba remedio, después de todo. Tarde o temprano tendrían que regresar a sus respectivos hogares—. Antes de que mi padre se preocupe y venga a matarnos a ambos —se atrevió a bromear, con una carcajada seca.
Y, de aquella manera, los dos chicos se alejaron de la escalofriante tienda de figuritas (al menos para Ayame) y retomaron el camino para volver a su hogar.
—Tenemos que tener más citas como esta, Daruu-kun —dijo ella, sonriente, al tiempo que alzaba el rostro hacia la implacable lluvia de Amegakure.
—S... sí. Supongo que tienes razón —respondió al fin. Pasaron así, abrazados, varios segundos hasta que el muchacho volvió a hablar—. ¿Vamos a casa, Ayame?
Ella suspiró. La verdad es que no quería. Estaba tan a gusto junto a Daruu, paseando tranquilamente por las calles de Amegakure como dos simples enamorados, que no sentía deseos de separarse de él y regresar al mundo shinobi al que pertenecía y que estaba tan plagado de problemas.
—Sí... será lo mejor... —respondió, sin embargo, con una sonrisa triste. No les quedaba remedio, después de todo. Tarde o temprano tendrían que regresar a sus respectivos hogares—. Antes de que mi padre se preocupe y venga a matarnos a ambos —se atrevió a bromear, con una carcajada seca.
Y, de aquella manera, los dos chicos se alejaron de la escalofriante tienda de figuritas (al menos para Ayame) y retomaron el camino para volver a su hogar.
—Tenemos que tener más citas como esta, Daruu-kun —dijo ella, sonriente, al tiempo que alzaba el rostro hacia la implacable lluvia de Amegakure.