26/05/2018, 16:41
(Última modificación: 26/05/2018, 16:42 por Aotsuki Ayame.)
—Es Shisoku —le corrigió él—. Y así le llaman a ésto, a mi condición —respondió, señalándose a sí mismo, y Ayame empezó a hacerse una idea de por dónde iban los tiros—. Soy un hijo del océano, una bestia concebida entre sal y agua, y blablabla. Sólo una historia bonita tras lo que parece ser una extraña mutación genética que sólo ocurre cada cien años y que atribuye al afectado ciertas capacidades sobrehumanas. Somos más fuertes, más resistentes, más duraderos en batalla. O bueno, soy, porque no hay en Ōnindo otro como yo.
—Eso ha sonado un poco... engreído —dijo Ayame con una risilla—. Pero no puedo quitarte la razón en parte de eso: hasta ahora no he visto a nadie con la piel azul como tú. Aunque el mundo es muy grande, ¡quién sabe si no existirán otros Umi no Chichoku!
—Qué, ¿realmente te creías eso de que soy hijo de un tritón y una sirena? —intervino el Tiburón de repente y ella desvió la mirada con un pequeño mohín.
—¡Claro que no! ¿Quién iba a creerse algo así? —respondió, picada, pero la mirada de sus ojos decía otra cosa. Y aunque bien era cierto que no había creído que Kaido fuera descendiente de dos sirenos, su imaginativa mente sí había dibujado una escena similar entre una mujer humana y un pez... O quizás un tritón.
Se levantó, y, aproximándose al borde de la plataforma, cruzó ambos brazos por detrás de la espalda.
—Ahora que lo pienso... nunca me he enfrentado a otro Hōzuki en combate... —comentó, dejando caer el comentario como una piedra sobre las imperturbables y calmadas aguas de un lago.
—Eso ha sonado un poco... engreído —dijo Ayame con una risilla—. Pero no puedo quitarte la razón en parte de eso: hasta ahora no he visto a nadie con la piel azul como tú. Aunque el mundo es muy grande, ¡quién sabe si no existirán otros Umi no Chichoku!
—Qué, ¿realmente te creías eso de que soy hijo de un tritón y una sirena? —intervino el Tiburón de repente y ella desvió la mirada con un pequeño mohín.
—¡Claro que no! ¿Quién iba a creerse algo así? —respondió, picada, pero la mirada de sus ojos decía otra cosa. Y aunque bien era cierto que no había creído que Kaido fuera descendiente de dos sirenos, su imaginativa mente sí había dibujado una escena similar entre una mujer humana y un pez... O quizás un tritón.
Se levantó, y, aproximándose al borde de la plataforma, cruzó ambos brazos por detrás de la espalda.
—Ahora que lo pienso... nunca me he enfrentado a otro Hōzuki en combate... —comentó, dejando caer el comentario como una piedra sobre las imperturbables y calmadas aguas de un lago.