27/05/2018, 15:26
El plan salió a la perfección, o al menos eso parecía a simple vista.
Inmerso en el Genjutsu de Akame —que había camuflado todo como un torbellino de imágenes, sonidos y un intenso mareo— Datsue tardó apenas unos segundos en sellar su técnica en el novicio. Hecho aquello, ahora sólo hacía falta darle a Masaru un pequeño descanso.
Para el noble, el mundo que daba vueltas a velocidad vertiginosa a su alrededor se aceleraría un segundo más antes de convertirse en negrura. Y su cuerpo, inconsciente, caería sobre la tierra fresca del huerto.
—Hecho —dijo Akame tan pronto abandonó el ilusorio mundo del Saimingan—. Ahora sólo falta cubrir nuestro rastro. Déjame una aguja —pidió a su compañero, extendiendo la mano diestra hacia él.
Claro, nada de aquello serviría para asesinar a Masaru sin alertar a nadie ni levantar sospechas si el antiguo noble y prisionero recordaba lo que acababa de suceder. Incluso aunque no pudiera hallar una explicación razonable, el simple hecho de verse envuelto en algo inexplicable encendería todas sus alarmas.
Por suerte para todos, Akame y Datsue eran jōnin. Tenían sus trucos.
Cuando el Hermano del Desierto le diese un senbon al otro, éste último realizaría la técnica de manipulación de memorias ocultas, guardando los recuerdos de aquella breve experiencia en un senbon que introduciría en el cráneo de Masaru. Allí quedarían custodiados hasta que el Makoto se durmiese aquella noche, y el sello de Datsue fuese liberado.
Inmerso en el Genjutsu de Akame —que había camuflado todo como un torbellino de imágenes, sonidos y un intenso mareo— Datsue tardó apenas unos segundos en sellar su técnica en el novicio. Hecho aquello, ahora sólo hacía falta darle a Masaru un pequeño descanso.
Para el noble, el mundo que daba vueltas a velocidad vertiginosa a su alrededor se aceleraría un segundo más antes de convertirse en negrura. Y su cuerpo, inconsciente, caería sobre la tierra fresca del huerto.
—Hecho —dijo Akame tan pronto abandonó el ilusorio mundo del Saimingan—. Ahora sólo falta cubrir nuestro rastro. Déjame una aguja —pidió a su compañero, extendiendo la mano diestra hacia él.
Claro, nada de aquello serviría para asesinar a Masaru sin alertar a nadie ni levantar sospechas si el antiguo noble y prisionero recordaba lo que acababa de suceder. Incluso aunque no pudiera hallar una explicación razonable, el simple hecho de verse envuelto en algo inexplicable encendería todas sus alarmas.
Por suerte para todos, Akame y Datsue eran jōnin. Tenían sus trucos.
Cuando el Hermano del Desierto le diese un senbon al otro, éste último realizaría la técnica de manipulación de memorias ocultas, guardando los recuerdos de aquella breve experiencia en un senbon que introduciría en el cráneo de Masaru. Allí quedarían custodiados hasta que el Makoto se durmiese aquella noche, y el sello de Datsue fuese liberado.