29/05/2018, 11:06
Daruu no tardó en apoyar la mano sobre el suelo para levantarse. Bajo la estricta mirada de águila de Zetsuo, el muchacho se acercó un par de pasos e hincó la rodilla en el suelo en una profunda reverencia.
«Algo quiere de mí.» Pensó el médico, alzando una ceja con escepticismo. Pese a la intachable lealtad del genin, Daruu no era el tipo de personas que inclinaban el cuerpo así como así si la situación no lo merecía. De hecho, aquel mocoso había sido una de las pocas personas que se había atrevido a plantarle cara en más de una ocasión. De hecho, la última vez que Daruu se había arrodillado de aquella forma ante él había sido tiempo atrás, en los asquerosos baños de un restaurante.
Y, efectivamente...
—Solicito que me prestes un poco más de formación en técnicas ilusorias. Zetsuo-san. Por favor.
El Jōnin entrecerró ligeramente los ojos y cruzó los brazos sobre el pecho. Su mirada, siempre dura como el acero de las mejores espadas de todo Onindo, se clavaba sobre la nuca del genin como si en cualquier momento una guillotina invisible fuera a caer sobre su nuca. Sin embargo, Zetsuo era una persona observadora, y eso era, precisamente, lo que estaba haciendo.
—¿A qué cojones viene una petición así, de repente, Amedama? —le cuestionó—. La última sólo quisiste aprender a disipar las ilusiones, ¿por qué ese repentino interés?
«Algo quiere de mí.» Pensó el médico, alzando una ceja con escepticismo. Pese a la intachable lealtad del genin, Daruu no era el tipo de personas que inclinaban el cuerpo así como así si la situación no lo merecía. De hecho, aquel mocoso había sido una de las pocas personas que se había atrevido a plantarle cara en más de una ocasión. De hecho, la última vez que Daruu se había arrodillado de aquella forma ante él había sido tiempo atrás, en los asquerosos baños de un restaurante.
Y, efectivamente...
—Solicito que me prestes un poco más de formación en técnicas ilusorias. Zetsuo-san. Por favor.
El Jōnin entrecerró ligeramente los ojos y cruzó los brazos sobre el pecho. Su mirada, siempre dura como el acero de las mejores espadas de todo Onindo, se clavaba sobre la nuca del genin como si en cualquier momento una guillotina invisible fuera a caer sobre su nuca. Sin embargo, Zetsuo era una persona observadora, y eso era, precisamente, lo que estaba haciendo.
—¿A qué cojones viene una petición así, de repente, Amedama? —le cuestionó—. La última sólo quisiste aprender a disipar las ilusiones, ¿por qué ese repentino interés?