29/05/2018, 16:30
La harapienta mujer siguió con sus ruegos, evidentemente no quería darse por vencida tan pronto y en su voz se podía notar la verdadera desesperación. El llanto de la niña había cesado y ahora se sorbía los mocos con sonoridad, limpiándose las lágrimas que le caían por el rostro con los bajos de su sucio vestido. Junto a ellos, los últimos portadores de incensarios pasaban impasibles, meneando sus artilugios y entonando una queda oración.
Datsue sentiría entonces un tirón en su brazo izquierdo, y una palma en el hombro.
—Vámonos, Datsue-kun —le llamó Akame, con el rostro cubierto de una máscara pétrea y fría.
Aparentemente insensible e inmune a las penurias de aquella gente —y de madre e hija particularmente— el jōnin se dio media vuelta y continuó su avance junto al séquito.
«Los poderosos pelean, pero es esta gente quien paga los platos rotos. El señor Iekatsu ni siquiera se ha dignado a responder a las súplicas de esta mujer, que parece desesperada... Aunque supongo que si acogiese a su hija y le diese un sustento, todos los padres y madres de Hi no Kuni estarían esperando lo mismo de él», reflexionó el Uchiha.
Datsue sentiría entonces un tirón en su brazo izquierdo, y una palma en el hombro.
—Vámonos, Datsue-kun —le llamó Akame, con el rostro cubierto de una máscara pétrea y fría.
Aparentemente insensible e inmune a las penurias de aquella gente —y de madre e hija particularmente— el jōnin se dio media vuelta y continuó su avance junto al séquito.
«Los poderosos pelean, pero es esta gente quien paga los platos rotos. El señor Iekatsu ni siquiera se ha dignado a responder a las súplicas de esta mujer, que parece desesperada... Aunque supongo que si acogiese a su hija y le diese un sustento, todos los padres y madres de Hi no Kuni estarían esperando lo mismo de él», reflexionó el Uchiha.