31/05/2018, 11:53
—¿Va todo bien?
Aquella súbita pregunta la sobresaltó. Ayame miró a su alrededor, buscando al propietario de la misma, y no tardó en encontrarlo cerca de ella. Era un chico que parecía ser algo más mayor que ella, alto y con músculos que comenzaban a marcarse bajo su piel. Vestía entero de blanco, y sus ropas parecían bastante cómodas. Pero lo que de verdad llamaba la atención en él era su cabello, de un exótico color verde oscuro que creaban un extraño contraste con sus ojos azules. Sus labios estaban curvados en una sonrisa, aunque Ayame supo apreciar que no era una sonrisa precisamente alegre. Y no era para menos: estaba empapado de los pies a la cabeza.
—¡Ay! —exclamó ella, llevándose las manos a los labios en un gesto acongojado—. ¿Te he alcanzado? ¡Lo siento mucho! ¡Debería haber mirado antes de...! ¡Lo siento! —repitió, encorvando el cuerpo en una profunda reverencia y sus cabellos cayeron a ambos lados de su cuello, mojados y ondulados—. ¿Puedo hacer algo por compensarte?