31/05/2018, 20:45
(Última modificación: 31/05/2018, 21:41 por Uzumaki Eri.)
Un nuevo día en la aldea oculta de la lluvia. Un día donde al igual que muchos otros, llovería probablemente todo el rato, en mayor o menor intensidad. Sin embargo, aquel no era un día para quedarse en casa, no. Aquel era un día para llevar a cabo una misión.
Y esa clase de día solo iniciaba cuando uno recibía el pergamino con la información pertinente para poder arrancar a trabajar.
De modo que ahí se encontraba Manase Mogura, el mejor médico de Amegakure. Pateando gotas de lluvia y pisando pequeños charcos de agua con sus botas mientras caminaba debajo de su paraguas en dirección al edificio del Arashikage. En su cabeza no habían demasiados pensamientos, se debatía si el destino le haría pasar hasta el despacho de la mujer más fuerte de todo el país o si alguien simplemente le haría algún encargo más general.
No era un día particularmente ventoso, pero aún así, el médico se repasaba el peinado cada dos por tres, aunque no fuese necesario.
Al cabo de un rato de caminar, una serie de oni y otros demonios le recibirían. Mogura no reparó mucho en nada de eso, era simple decoración. Sin dudarlo un segundo, se adentró hacía el edificio.
Dejó su paraguas en el receptáculo dedicado a tal fin y tras llevarse una mano hasta la cabeza para arreglarse el peinado, realizó una ligera reverencia.
—Buenos días.
Diría una vez se acercase a la recepción, acompañando como siempre su saludo con una reverencia.
Y esa clase de día solo iniciaba cuando uno recibía el pergamino con la información pertinente para poder arrancar a trabajar.
De modo que ahí se encontraba Manase Mogura, el mejor médico de Amegakure. Pateando gotas de lluvia y pisando pequeños charcos de agua con sus botas mientras caminaba debajo de su paraguas en dirección al edificio del Arashikage. En su cabeza no habían demasiados pensamientos, se debatía si el destino le haría pasar hasta el despacho de la mujer más fuerte de todo el país o si alguien simplemente le haría algún encargo más general.
No era un día particularmente ventoso, pero aún así, el médico se repasaba el peinado cada dos por tres, aunque no fuese necesario.
Al cabo de un rato de caminar, una serie de oni y otros demonios le recibirían. Mogura no reparó mucho en nada de eso, era simple decoración. Sin dudarlo un segundo, se adentró hacía el edificio.
Dejó su paraguas en el receptáculo dedicado a tal fin y tras llevarse una mano hasta la cabeza para arreglarse el peinado, realizó una ligera reverencia.
—Buenos días.
Diría una vez se acercase a la recepción, acompañando como siempre su saludo con una reverencia.
Hablo - Pienso