31/05/2018, 22:01
—Es una escena graciosa de imaginar. El próximo año podíamos traerlo. Porque volveremos a venir juntos, ¿no?
— Cuando quieras, Eri. Aquí estaré. Pero creeme, mejor no involucrar a Stuffy en esto, todo son risas hasta que ha tragado tanta agua que hay que cargarlo hasta casa porque no se puede ni mover.
La estupidez del can ya me perseguía desde hacía tiempo y sabía interpretar como iban a acabar la mayoría de escenas que podían darse, conmigo cargando con un enorme perro mojado hasta casa. Por eso mi madre, en su infinita sabiduría y en el intento de evitarnos tener que soportar sus posteriores cagadas aguadas y alguna suerte de devolución estomacal, no había dejado que se viniera.
Los fuegos artificiales se fueron intensificando hasta que después de una gran traca final que dibujó un enorme remolino en el cielo, no volvió a salir nada más.
— Bueno, ¿y ahora qué?
La miraba con la única mirada que podía dedicarle en ese momento, una mirada de pura admiración a lo hermosa que estaba, bajo la luz de la luna casi lo era todavía más. Sonreía como si fuera idiota, así que seguro que no notaba la diferencia. No soltaba su mano, es más, la apreté con un poco más de fuerza, con la intención de asegurarme que fuera real.
— Cuando quieras, Eri. Aquí estaré. Pero creeme, mejor no involucrar a Stuffy en esto, todo son risas hasta que ha tragado tanta agua que hay que cargarlo hasta casa porque no se puede ni mover.
La estupidez del can ya me perseguía desde hacía tiempo y sabía interpretar como iban a acabar la mayoría de escenas que podían darse, conmigo cargando con un enorme perro mojado hasta casa. Por eso mi madre, en su infinita sabiduría y en el intento de evitarnos tener que soportar sus posteriores cagadas aguadas y alguna suerte de devolución estomacal, no había dejado que se viniera.
Los fuegos artificiales se fueron intensificando hasta que después de una gran traca final que dibujó un enorme remolino en el cielo, no volvió a salir nada más.
— Bueno, ¿y ahora qué?
La miraba con la única mirada que podía dedicarle en ese momento, una mirada de pura admiración a lo hermosa que estaba, bajo la luz de la luna casi lo era todavía más. Sonreía como si fuera idiota, así que seguro que no notaba la diferencia. No soltaba su mano, es más, la apreté con un poco más de fuerza, con la intención de asegurarme que fuera real.
—Nabi—