4/06/2018, 16:24
La kunoichi no tuvo problemas en orientarse por las calles de su propia Villa. Tras pasar por el Barrio de las Flores —donde los habitantes más ricos de la Aldea solían vivir—, se internó en el Barrio Rojo, tras atravesar un gran torii de color carmesí.
Allí, casi la totalidad de las viviendas tenían las tejas rojas, y los cerezos, a uno y otro lado de la calle principal, componían un bello paseo. Karma no tardó demasiado en dar con la dirección concreta. Una casa de dos pisos, de piedra gris clara y tejas rojas. Los marcos de los ventanales, de madera y también rojos, y se accedía a ella atravesando un pequeño jardín dividido por un estrecho camino de piedra. Un pequeño muro de piedra gris rodeaba este jardín —y la casa—, de no más de un metro de altura.
La puerta de la vivienda era de roble maciza, con una aldaba con forma de pájaro carpintero.
Allí, casi la totalidad de las viviendas tenían las tejas rojas, y los cerezos, a uno y otro lado de la calle principal, componían un bello paseo. Karma no tardó demasiado en dar con la dirección concreta. Una casa de dos pisos, de piedra gris clara y tejas rojas. Los marcos de los ventanales, de madera y también rojos, y se accedía a ella atravesando un pequeño jardín dividido por un estrecho camino de piedra. Un pequeño muro de piedra gris rodeaba este jardín —y la casa—, de no más de un metro de altura.
La puerta de la vivienda era de roble maciza, con una aldaba con forma de pájaro carpintero.