7/06/2018, 10:45
Cuando llegó al claro, Suka y Karamaru le estaban esperando. Fue éste último quien, asumiendo el rol de líder del escuadrón, tomó la delantera y comenzó a descender por la colina. Daruu no hizo nada para evitar que el calvo tomase ese papel, ni mostró señales de ello. Sin embargo, cuando los tres llevaban un rato caminando, se sintió incómodo al lado de los continuos estallidos de pompa de chicle de Suka y se adelantó para ponerse al mismo nivel que él. Formaron un curioso triángulo de genin que caminaba en silencio con sus pasos cepillando la hierba y más tarde provocando ruidos secos en el frío cemento.
Los edificios de hormigón y de vidrio, abandonados y semi-derruidos, les rodearon. Daruu recordó la última vez que había estado en aquella ciudad fantasma: cuando Kaido y él se habían dirigido a Yukio para solucionar cierto problema con Hibagon. Y como entonces, no pudo evitar que su mente traicionera le hiciese sentir vértigo al imaginar a dos bestias gigantes luchando allí en medio, derribando torres.
Sacudió la cabeza. No era el momento.
La niebla les abrazaba como una madre que quiere proteger a sus hijos de ver lo que hay más allá del límite del vecindario. Cada vez era más densa y cada vez se hacía más oscuro, y aunque nunca había tenido miedo a la oscuridad, lo cierto es que llegó a sentir un ligero escalofrío y a pensar que podían ser víctimas fáciles de cualquier emboscada en aquellas circunstancias.
Cruzaron calles y calles esquivando, saltando y escalando por encima de los escombros, hasta que llegaron a una plaza en lo que lo salvaje se había adueñado de lo artificial, tomándose una venganza tardía. Karamaru, confuso, pidió consejo a sus compañeros. Suka volvió a explotar el globo de su chicle como única respuesta.
—En estas condiciones, con esta niebla y de noche —dijo Daruu—, va a ser difícil encontrar nada.
Los edificios de hormigón y de vidrio, abandonados y semi-derruidos, les rodearon. Daruu recordó la última vez que había estado en aquella ciudad fantasma: cuando Kaido y él se habían dirigido a Yukio para solucionar cierto problema con Hibagon. Y como entonces, no pudo evitar que su mente traicionera le hiciese sentir vértigo al imaginar a dos bestias gigantes luchando allí en medio, derribando torres.
Sacudió la cabeza. No era el momento.
La niebla les abrazaba como una madre que quiere proteger a sus hijos de ver lo que hay más allá del límite del vecindario. Cada vez era más densa y cada vez se hacía más oscuro, y aunque nunca había tenido miedo a la oscuridad, lo cierto es que llegó a sentir un ligero escalofrío y a pensar que podían ser víctimas fáciles de cualquier emboscada en aquellas circunstancias.
Cruzaron calles y calles esquivando, saltando y escalando por encima de los escombros, hasta que llegaron a una plaza en lo que lo salvaje se había adueñado de lo artificial, tomándose una venganza tardía. Karamaru, confuso, pidió consejo a sus compañeros. Suka volvió a explotar el globo de su chicle como única respuesta.
—En estas condiciones, con esta niebla y de noche —dijo Daruu—, va a ser difícil encontrar nada.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)