9/06/2018, 11:46
—¡Esa lengua, alopécico precoz! —replicó Pō, con cierto aire a la madre que regaña a su hijo por decir palabras malsonantes durante la cena.
El rostro de la regordeta hembra se contrajo en una mueca de duda cuando Karamaru aseguró que, probablemente, ya habría fuerzas de ambas Aldeas buscando a los dos ninjas. Claro, aquella era una mentira —y de las gordas— que no tenía razón de ser; Pō no tardó en darse cuenta, y se limitó a soltar una risotada forzadamente maliciosa.
—¿Esa es la mejor mentira que se te ocurre para intentar confundirme? ¡Já! —cruzó los brazos y alzó el pecho, ancho como un muro, en gesto de clara superioridad—. Los ninjas de la Lluvia ni siquiera sabéis mentir. ¡Menudo cazurro!
Akame, por su parte, se había mantenido en silencio observando los gestos de la supuesta kunoichi. Ninguno de ellos le transmitía ni la más mínima sensación de que aquella tipa tuviera idea alguna de lo que estaba haciendo; más bien parecía actuar a marchas forzadas, como si no se supiera en control total de la situación. El Uchiha sonrió para sí.
—Eso mismo me pregunto yo, Pō-san —dijo el jōnin—. Y ahora, ¿qué? Has atacado y secuestrado a dos ninjas de las Grandes Aldeas. ¿Supongo que nos llevarás a Takigakure no Sato para que nos interroguen?
La pregunta cogió a pie cambiado a la falsa kunoichi. Su rostro enrojeció y se frotó las manos, visiblemente nerviosa.
—Ahora... Ahora... Eh... —agitó los brazos como si quisiera espantar a un enjambre de molestas abejas—. ¡Ahora os... Os... Os mataré a los dos! ¡Y mandaré... Eh... Vuestras bandanas a Uzushiogakure y Amegakure como prueba!
Su tono se volvió mucho más taciturno y gris.
—Así me reconocerán... No les quedará más remedio que hacerlo.
El rostro de la regordeta hembra se contrajo en una mueca de duda cuando Karamaru aseguró que, probablemente, ya habría fuerzas de ambas Aldeas buscando a los dos ninjas. Claro, aquella era una mentira —y de las gordas— que no tenía razón de ser; Pō no tardó en darse cuenta, y se limitó a soltar una risotada forzadamente maliciosa.
—¿Esa es la mejor mentira que se te ocurre para intentar confundirme? ¡Já! —cruzó los brazos y alzó el pecho, ancho como un muro, en gesto de clara superioridad—. Los ninjas de la Lluvia ni siquiera sabéis mentir. ¡Menudo cazurro!
Akame, por su parte, se había mantenido en silencio observando los gestos de la supuesta kunoichi. Ninguno de ellos le transmitía ni la más mínima sensación de que aquella tipa tuviera idea alguna de lo que estaba haciendo; más bien parecía actuar a marchas forzadas, como si no se supiera en control total de la situación. El Uchiha sonrió para sí.
—Eso mismo me pregunto yo, Pō-san —dijo el jōnin—. Y ahora, ¿qué? Has atacado y secuestrado a dos ninjas de las Grandes Aldeas. ¿Supongo que nos llevarás a Takigakure no Sato para que nos interroguen?
La pregunta cogió a pie cambiado a la falsa kunoichi. Su rostro enrojeció y se frotó las manos, visiblemente nerviosa.
—Ahora... Ahora... Eh... —agitó los brazos como si quisiera espantar a un enjambre de molestas abejas—. ¡Ahora os... Os... Os mataré a los dos! ¡Y mandaré... Eh... Vuestras bandanas a Uzushiogakure y Amegakure como prueba!
Su tono se volvió mucho más taciturno y gris.
—Así me reconocerán... No les quedará más remedio que hacerlo.