12/06/2018, 18:08
Ringo hizo un medio gesto con la cabeza, devolviéndole el saludo a Karma, y se volvió a sentar en el sofá. Para su mala suerte, estaban con anuncios televisivos.
—Acompáñame un segundo, Karma —le pidió gentilmente Eshima. La condujo hasta el otro extremo de la sala, donde estaba la cocina. Abrió la nevera, a la izquierda, y le mostró lo que había en su interior. Huevos, lechuga, tomate, yogures, embutido…—. Espero que todo sea de tu agrado, Karma. No dudes en comer todo lo que te apetezca, ¿vale? Ahí están las cacerolas —dijo, señalando una puerta bajo la cocina—. Por si queréis cocinar algo. Y aquí también tengo arroz y lentejas —le indicó, señalando una puerta de un mueble colgante que había arriba.
»También tengo una lista de cosas que me gustaría que hicieses en mi ausencia —dijo, extendiéndole un papelito enrollado—. Las harás en seguida, ya verás —dijo, guiñándole un ojo, y dejando una bolsita con monedas encima de la mesa—. Con esto te llegará de sobra.
Si Karma leía el contenido del papel, encontraría una breve lista de compra, fácilmente satisfecha en cualquier mercado. También el encargo de intercambiar un libro —llamado El ninja sabio— por otro en un club llamado Kawarimi no Hon. No ponía la dirección del sitio, ni el libro por el que se quería intercambiar.
Eshima desvió la mirada hacia el reloj —colgado en una pared de la cocina— y se tensó.
—¡Por Shiona-sama, en paz descanse, llego tardísimo! —Corrió hasta su hijo y le dio un beso en la frente, pese a sus protestas. Luego se despidió de Karma con un gesto de mano—. ¡Espero llegar mañana a la noche! ¡Que lo paséis bien! —exclamó, antes de salir corriendo de la vivienda.