13/06/2018, 15:44
Karamaru parecía sorprendido, y no era para menos, de que Pō siguiera hablando de aquella "Takigakure no Sato". Cuando lanzó la pregunta —aunque era para sí mismo—, el Uchiha no pudo resistirse a soltar una risotada seca, una carcajada perruna cargada de retranca.
—¿No te suena esa Aldea, Karamaru-san? —preguntó, malicioso, y Pō le fulminó con una mirada llena de vergüenza contenida—. ¡Qué coincidencia! A mí tampoco. ¿Será porque no existe?
La regordeta mujer se acercó con dos pasos torpes y le calzó un puñetazo en plena cara al Uchiha, que lo aguantó con un estoicismo envidiable. Eso, o la pegada de Pō no era nada del otro mundo. Akame escupió un esputo de sangre y volvió a ridiculizarla con una carcajada seca.
—Pégame todo lo que quieras, kunoichi del palo, eso no va a hacer que una jodida Aldea Oculta brote de la nada para que puedas justificar tus paranoias.
Pō apretó los puños, roja de ira, y lanzó un alarido de frustración contenida. Alzó los puños otra vez, dispuesta a apalizar sin control al jōnin, pero entonces Karamaru le arrojó una pregunta para la que, sorprendentemente, la falsa ninja sí parecía tener respuesta.
—En eso te equivocas... —enfrentó a Karamaru y bajó la mirada, apretando todavía más los puños y los dientes—. No sé llegar a vuestras Aldeas, pero conozco a gente que sí. Son los mismos que no quisieron reconocerme, pero no les quedará otra cuando les lleve vuestras bandanas. ¡Tendrán que reconocer por fin a Takigure Pō como una habilidosa ninja!
En ese momento, los muchachos se darían cuenta de que no llevaban encima sus bandanas. Probablemente Pō se las había quitado después de inmovilizarlos.
—¡Les he demostrado que valgo tanto como cualquiera de vosotros! —rugió, pretendidamente orgullosa pero destilando frustración.
—¿No te suena esa Aldea, Karamaru-san? —preguntó, malicioso, y Pō le fulminó con una mirada llena de vergüenza contenida—. ¡Qué coincidencia! A mí tampoco. ¿Será porque no existe?
La regordeta mujer se acercó con dos pasos torpes y le calzó un puñetazo en plena cara al Uchiha, que lo aguantó con un estoicismo envidiable. Eso, o la pegada de Pō no era nada del otro mundo. Akame escupió un esputo de sangre y volvió a ridiculizarla con una carcajada seca.
—Pégame todo lo que quieras, kunoichi del palo, eso no va a hacer que una jodida Aldea Oculta brote de la nada para que puedas justificar tus paranoias.
Pō apretó los puños, roja de ira, y lanzó un alarido de frustración contenida. Alzó los puños otra vez, dispuesta a apalizar sin control al jōnin, pero entonces Karamaru le arrojó una pregunta para la que, sorprendentemente, la falsa ninja sí parecía tener respuesta.
—En eso te equivocas... —enfrentó a Karamaru y bajó la mirada, apretando todavía más los puños y los dientes—. No sé llegar a vuestras Aldeas, pero conozco a gente que sí. Son los mismos que no quisieron reconocerme, pero no les quedará otra cuando les lleve vuestras bandanas. ¡Tendrán que reconocer por fin a Takigure Pō como una habilidosa ninja!
En ese momento, los muchachos se darían cuenta de que no llevaban encima sus bandanas. Probablemente Pō se las había quitado después de inmovilizarlos.
—¡Les he demostrado que valgo tanto como cualquiera de vosotros! —rugió, pretendidamente orgullosa pero destilando frustración.