14/06/2018, 15:55
La mirada de Karma quedó anclada a esos tres dedos, que luego fueron dos, finalmente uno. Pensaba que el jovencito buscaba ganar tiempo, burlarse de ella, y acertó. Con lo que la fémina no contaba es que Ringo todavía disponía de un par de ases bajo la manga...
Sus ojos danzaron en apenas un segundo de la nube de humo que antes era el aspirante a ninja a la bolita de papel; un craso error. El mundo, toda su existencia, se tiñó de blanco sin un solo suspiro de aviso. Karma gritó y se llevó las manos a los ojos, que se refugiaron tras sus párpados en apenas una fracción de segundo; pero no lo suficientemente rápido como para evitar el fogonazo.
No tardó en recuperar el pleno de sus capacidades, aunque aún sufría la presencia de un molesto punto negro que se posaba en el centro de su visión sin importar a donde la dirigiera. Un hastiado quejido se abrió paso desde el punto más profundo de su alma hasta sus labios.
«¡Este puñetero niño tiene más herramientas a su disposición que una armería ninja, joder!», gruñó, casi envidiando el poder adquisitivo de Ringo y su madre.
—Si esto es lo que quieres... —bisbiseó, furiosa, mirando al tejado.
El demonio estaba despertando.
No le importaba que Ringo la hubiera dejado en evidencia, para su autoestima aquello era el pan de cada día. Sin embargo, ¿sentarse hasta mañana e incumplir el encargo que se le había encomendado? ¿Traicionar la confianza de una jōnin? No, tenía que hacer algo al respecto, tenía que intentarlo, aunque fracasara como siempre.
Así era la irónica dualidad de la muchacha, dos partes enfrentadas que bien podrían personificar el Yin y el Yang. Una tan henchida de convicción, rabia, incluso odio... mientras que la otra apestaba a sumisión, miedo y autodesprecio.
Corrió, saltó y escaló la misma pared que el zagal había sorteado minutos antes. Una vez arriba lo buscó, zarandeando sus orbes dorados al este y al oeste, incluso al sur...
Quizás no era demasiado tarde.
Sus ojos danzaron en apenas un segundo de la nube de humo que antes era el aspirante a ninja a la bolita de papel; un craso error. El mundo, toda su existencia, se tiñó de blanco sin un solo suspiro de aviso. Karma gritó y se llevó las manos a los ojos, que se refugiaron tras sus párpados en apenas una fracción de segundo; pero no lo suficientemente rápido como para evitar el fogonazo.
No tardó en recuperar el pleno de sus capacidades, aunque aún sufría la presencia de un molesto punto negro que se posaba en el centro de su visión sin importar a donde la dirigiera. Un hastiado quejido se abrió paso desde el punto más profundo de su alma hasta sus labios.
«¡Este puñetero niño tiene más herramientas a su disposición que una armería ninja, joder!», gruñó, casi envidiando el poder adquisitivo de Ringo y su madre.
—Si esto es lo que quieres... —bisbiseó, furiosa, mirando al tejado.
El demonio estaba despertando.
No le importaba que Ringo la hubiera dejado en evidencia, para su autoestima aquello era el pan de cada día. Sin embargo, ¿sentarse hasta mañana e incumplir el encargo que se le había encomendado? ¿Traicionar la confianza de una jōnin? No, tenía que hacer algo al respecto, tenía que intentarlo, aunque fracasara como siempre.
Así era la irónica dualidad de la muchacha, dos partes enfrentadas que bien podrían personificar el Yin y el Yang. Una tan henchida de convicción, rabia, incluso odio... mientras que la otra apestaba a sumisión, miedo y autodesprecio.
Corrió, saltó y escaló la misma pared que el zagal había sorteado minutos antes. Una vez arriba lo buscó, zarandeando sus orbes dorados al este y al oeste, incluso al sur...
Quizás no era demasiado tarde.