14/06/2018, 16:26
(Última modificación: 14/06/2018, 16:30 por Uchiha Akame.)
Akame prolongó su mutis. «Si por mí fuese ya le habría sacado la tontera a golpes, a esta kunoichi frustrada», se dijo. Pero claro, estando atado y con su chakra suprimido, no había mucho que pudiera hacer. Por eso mismo, no había que ser un genio para darse cuenta de que la táctica del "ninja bueno" de Karamaru estaba dando muchos mejores resultados. Pō había pasado de darle de puñetazos a él a echarse a llorar. Y, aun así, Akame se sentía irracionalmente enfadado. ¿Tal vez era porque una civil con poco o ningún entrenamiento les había hecho la cama a dos ninjas?
«Dioses...»
Sea como fuere, la Takigure se secó las lágrimas con el dorso de la mano mientras el amejin seguía hablándole de cómo Akame era jōnin y podría entrenarla. De hecho, ni siquiera le preguntó al involucrado, sino que aventuró directamente —casi comprometiéndose por parte del tercero— que el Uchiha la tutelaría.
«¿¡Pero qué cojones...!?»
Akame quiso protestar de forma enérgica, pero su parte racional le detuvo. «Debo seguirle el juego». Con una sonrisa torcida, el Uchiha trató de sonar lo más convencido posible.
—Claro, ejem, claro, Pō-san... Yo podría entrenarte, ¡y con... con mucho gusto, sí! —¡qué mal se le daba fingir!—. Sólo tienes que desatarme, quitarme estas molestas esposas, ya sabes...
La mujer, que parecía convencida al principio, notó lo que subyacía en las palabras del uzujin. Su rostro se arrugó en una mueca de desconfianza, y se volvió hacia Karamaru todavía con surcos de lágrimas en el rostro.
—Puedo ver que tu corazón es bondadoso, amejin-san. Si quieres, puedo soltarte, no te mereces pasar más tiempo ahí atado —entonces giró ligeramente el rostro hacia Akame—. Pero este... ¡Este es un diablo! Lo puedo ver en sus ojos, en el momento en el que le quite las esposas supresoras de chakra, voy a estar en problemas.
Pō se acercó entonces a la silla en la que estaba atado Karamaru y cortó las cuerdas con un kunai que sacó de su chaqueta. Luego se metió la mano en el bolsillo trasero de sus anchos pantalones, tomó una pequeña llave y abrió las esposas que contenían el chakra del calvo. Estaba libre.
—Gracias por tus palabras, amejin-san. ¿Puedo ofrecerte algo de té? —preguntó Pō, todavía sosteniendo el kunai en su diestra.
Akame, por su parte, observaba todo con los ojos entornados del cazador que espera su momento.
«Dioses...»
Sea como fuere, la Takigure se secó las lágrimas con el dorso de la mano mientras el amejin seguía hablándole de cómo Akame era jōnin y podría entrenarla. De hecho, ni siquiera le preguntó al involucrado, sino que aventuró directamente —casi comprometiéndose por parte del tercero— que el Uchiha la tutelaría.
«¿¡Pero qué cojones...!?»
Akame quiso protestar de forma enérgica, pero su parte racional le detuvo. «Debo seguirle el juego». Con una sonrisa torcida, el Uchiha trató de sonar lo más convencido posible.
—Claro, ejem, claro, Pō-san... Yo podría entrenarte, ¡y con... con mucho gusto, sí! —¡qué mal se le daba fingir!—. Sólo tienes que desatarme, quitarme estas molestas esposas, ya sabes...
La mujer, que parecía convencida al principio, notó lo que subyacía en las palabras del uzujin. Su rostro se arrugó en una mueca de desconfianza, y se volvió hacia Karamaru todavía con surcos de lágrimas en el rostro.
—Puedo ver que tu corazón es bondadoso, amejin-san. Si quieres, puedo soltarte, no te mereces pasar más tiempo ahí atado —entonces giró ligeramente el rostro hacia Akame—. Pero este... ¡Este es un diablo! Lo puedo ver en sus ojos, en el momento en el que le quite las esposas supresoras de chakra, voy a estar en problemas.
Pō se acercó entonces a la silla en la que estaba atado Karamaru y cortó las cuerdas con un kunai que sacó de su chaqueta. Luego se metió la mano en el bolsillo trasero de sus anchos pantalones, tomó una pequeña llave y abrió las esposas que contenían el chakra del calvo. Estaba libre.
—Gracias por tus palabras, amejin-san. ¿Puedo ofrecerte algo de té? —preguntó Pō, todavía sosteniendo el kunai en su diestra.
Akame, por su parte, observaba todo con los ojos entornados del cazador que espera su momento.