14/06/2018, 17:26
En un punto alejado de todo, casi en uno de esos lugares que uno suele referirse como el fin del mundo, un pueblo se encontraba asentado desde hacía mucho tiempo. No era un lugar particularmente interesante para visitar, por lo que su valor turístico era igual a uno por debajo de cero. El pueblo tendría que pagarte para que lo visites.
Aquel abatido lugar parecía apostar su supervivencia al comercio marítimo, evidenciado en un tímido puerto con un faro en la punta, esperando la visita de cualquiera. La mayoría de las edificaciones se encontraban apostadas a los lados de un camino central, camino que comenzaba en el puerto y terminaba rodeando una elevación natural. Dicha elevación era coronada con los restos de lo que parecía ser una vieja mansión de algún acaudalado local que con dos dedos de frente se movió a una mejor cota para vivir una vida más estable. Desde entonces, pocos lugares destacaban en el paisaje de ese pueblo.
Si uno llegaba a continuar por aquel viejo camino empedrado, terminaría encontrándose con un bosque que terminaba perdiéndose entre las montañas, siguiendo más allá el destino era incierto, perderse era fácil. Se podía terminar en la cordillera o bien entrar a Tsuchi-no-kuni. Nadie se adentraba demasiado de todas formas, algún leñador queriendo evitar levantar el hacha buscando ramas caídas y secas.
Algunas chozas venidas abajo se podían apreciar en las cercanías del bosque, prácticamente devoradas por la nieve de alguna tormenta. Advirtiendo de las consecuencias de no estar preparado para las inclemencias del clima.
La noche caía rápido en aquel lugar. El ocaso, lejos de ser una escena romántica para la gente de allí, era una señal para dejar todo y buscar refugio de las bajas temperaturas.
Manase Mogura había viajado un día entero desde el lejano pueblo de Yukio, no se suponía que fuese más lejos de eso si valoraba su vida. Pero era un shinobi, un shinobi con una misión. La noche comenzaba a caer sobre él y eso le preocupaba, copos de nieve comenzaba a agruparse sobre su abrigo cada vez con mayor velocidad. Una tormenta de nieve se acercaba.
Su paso se apresuró cada vez más al ver las luces de un edificio en la lejanía.
«Yamahata.»
Pensó y su espíritu recuperó la fuerza para seguir su camino. Estaba cansado por el viaje y necesitaba algo caliente no morir de frío.
Aquel abatido lugar parecía apostar su supervivencia al comercio marítimo, evidenciado en un tímido puerto con un faro en la punta, esperando la visita de cualquiera. La mayoría de las edificaciones se encontraban apostadas a los lados de un camino central, camino que comenzaba en el puerto y terminaba rodeando una elevación natural. Dicha elevación era coronada con los restos de lo que parecía ser una vieja mansión de algún acaudalado local que con dos dedos de frente se movió a una mejor cota para vivir una vida más estable. Desde entonces, pocos lugares destacaban en el paisaje de ese pueblo.
Si uno llegaba a continuar por aquel viejo camino empedrado, terminaría encontrándose con un bosque que terminaba perdiéndose entre las montañas, siguiendo más allá el destino era incierto, perderse era fácil. Se podía terminar en la cordillera o bien entrar a Tsuchi-no-kuni. Nadie se adentraba demasiado de todas formas, algún leñador queriendo evitar levantar el hacha buscando ramas caídas y secas.
Algunas chozas venidas abajo se podían apreciar en las cercanías del bosque, prácticamente devoradas por la nieve de alguna tormenta. Advirtiendo de las consecuencias de no estar preparado para las inclemencias del clima.
La noche caía rápido en aquel lugar. El ocaso, lejos de ser una escena romántica para la gente de allí, era una señal para dejar todo y buscar refugio de las bajas temperaturas.
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Manase Mogura había viajado un día entero desde el lejano pueblo de Yukio, no se suponía que fuese más lejos de eso si valoraba su vida. Pero era un shinobi, un shinobi con una misión. La noche comenzaba a caer sobre él y eso le preocupaba, copos de nieve comenzaba a agruparse sobre su abrigo cada vez con mayor velocidad. Una tormenta de nieve se acercaba.
Su paso se apresuró cada vez más al ver las luces de un edificio en la lejanía.
«Yamahata.»
Pensó y su espíritu recuperó la fuerza para seguir su camino. Estaba cansado por el viaje y necesitaba algo caliente no morir de frío.
Hablo - Pienso