14/06/2018, 18:29
Datsue lo vio, la chispa de su perdición, como quien retuerce el cuello hasta lo imposible y ve la guillotina que cae sobre él. Dicen que en estos momentos sucede algo mágico y misterioso. Que, por un instante, se detiene el tiempo. Que se rememora tu vida en diapositivas, mostrando tus mayores éxitos, y tus mayores fracasos. A Uchiha Datsue también se le mostró algo. Una frase, reverberando en su cabeza como los graves de un gigantesco altavoz. Una frase con una voz que solo él conocía, y que decía:
Su zurda entrelazó el sello del Carnero, y su cuerpo parpadeó. En un abrir y cerrar de ojos, Datsue ya no estaba allí, sino pegado a una columna, al lado contrario de donde el kunai había impactado, y usándola como escudo entre él y la explosión inminente. El Sunshin no Jutsu le había llevado muy, muy cerca del manto de chakra blanco que había visto moverse entre, precisamente, aquella columna y la de al lado.
Apretó los dientes, y levantó los brazos sobre la cabeza, intuyendo que el techo se vendría abajo. Solo esperaba que, al estar pegado a una columna, aquel trozo resistiese. Sus ojos, buscando ávidos a su oponente.
No podía permitirse el lujo de que le pillasen dos veces con la guardia baja.
Ushi el Toro apartó con su mano mala el cuerpo inerte de su compañero que el ninja había lanzado contra él. Una cornada que hubiese preferido dársela en vivo, solo para oír su repulsiva voz chillar de dolor. Eso sí hubiese sido música para sus oídos.
Siguiendo su embestida, alzó la katana con la diestra, justo a tiempo para ver una bolita estampándose contra el suelo. Un potente flash inundó entonces la noche, cegándole, y la luz se convirtió en oscuridad en sus ojos. Como iba en carrera, tropezó y se dio de bruces contra el suelo, perdiendo la katana por el camino.
Un truco ninja. Cómo los odiaba.
Inu el Perro descubrió, un segundo tarde, que aquella bola de papel era una de esas cosas que los ninjas llamaban hikaridama. Entonces lo supo. No cuando se vio obligado a llevarse las manos a los ojos, súbitamente cegado. No cuando, instantes después, oyó una tremenda explosión, seguido de un gruñido y quejidos de dolor de Ushi, que yacía ahora frente al ninja, a sus pies, con la espalda chamuscada. Vivo, pero maltrecho y castigado como un toro antes de recibir la estocada final.
No, no fue por ninguna de esas cosas. Fue por ese maldito segundo en el que su adversario le había ganado la partida. En ese momento supo, que aquella batalla estaba más que perdida.
—¡No me mates, por favor! —chilló, levantando las manos en señal de rendición.
Y mientras tanto, ¿qué hacía Nezumi la Rata? Había visto el fogonazo de luz, aunque desde su posición no le había afectado. Había visto, también, la explosión, y como el ninja se ponía a cubierto, perdiendo su oportunidad de disparar.
Había tragado saliva. Aquel no era un ninja, era un demonio enviado por Izanami. Un ángel de la muerte. Notó un líquido cálido bajando por sus piernas. Un temblor recorriéndole toda la espina dorsal. Tenía miedo, sí, pero había alguien a quien temía todavía más. Así que…
…hizo lo que mejor se le daba hacer.
«Hoy no»
Su zurda entrelazó el sello del Carnero, y su cuerpo parpadeó. En un abrir y cerrar de ojos, Datsue ya no estaba allí, sino pegado a una columna, al lado contrario de donde el kunai había impactado, y usándola como escudo entre él y la explosión inminente. El Sunshin no Jutsu le había llevado muy, muy cerca del manto de chakra blanco que había visto moverse entre, precisamente, aquella columna y la de al lado.
Apretó los dientes, y levantó los brazos sobre la cabeza, intuyendo que el techo se vendría abajo. Solo esperaba que, al estar pegado a una columna, aquel trozo resistiese. Sus ojos, buscando ávidos a su oponente.
No podía permitirse el lujo de que le pillasen dos veces con la guardia baja.
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Ushi el Toro apartó con su mano mala el cuerpo inerte de su compañero que el ninja había lanzado contra él. Una cornada que hubiese preferido dársela en vivo, solo para oír su repulsiva voz chillar de dolor. Eso sí hubiese sido música para sus oídos.
Siguiendo su embestida, alzó la katana con la diestra, justo a tiempo para ver una bolita estampándose contra el suelo. Un potente flash inundó entonces la noche, cegándole, y la luz se convirtió en oscuridad en sus ojos. Como iba en carrera, tropezó y se dio de bruces contra el suelo, perdiendo la katana por el camino.
Un truco ninja. Cómo los odiaba.
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Inu el Perro descubrió, un segundo tarde, que aquella bola de papel era una de esas cosas que los ninjas llamaban hikaridama. Entonces lo supo. No cuando se vio obligado a llevarse las manos a los ojos, súbitamente cegado. No cuando, instantes después, oyó una tremenda explosión, seguido de un gruñido y quejidos de dolor de Ushi, que yacía ahora frente al ninja, a sus pies, con la espalda chamuscada. Vivo, pero maltrecho y castigado como un toro antes de recibir la estocada final.
No, no fue por ninguna de esas cosas. Fue por ese maldito segundo en el que su adversario le había ganado la partida. En ese momento supo, que aquella batalla estaba más que perdida.
—¡No me mates, por favor! —chilló, levantando las manos en señal de rendición.
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Y mientras tanto, ¿qué hacía Nezumi la Rata? Había visto el fogonazo de luz, aunque desde su posición no le había afectado. Había visto, también, la explosión, y como el ninja se ponía a cubierto, perdiendo su oportunidad de disparar.
Había tragado saliva. Aquel no era un ninja, era un demonio enviado por Izanami. Un ángel de la muerte. Notó un líquido cálido bajando por sus piernas. Un temblor recorriéndole toda la espina dorsal. Tenía miedo, sí, pero había alguien a quien temía todavía más. Así que…
…hizo lo que mejor se le daba hacer.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado