14/06/2018, 20:51
Había acertado. Fue una deducción simple, pero correcta, y como en casi todo en esta vida, eso era lo que importaba.
Contemplar a Ringo siendo maltratado por los otros mozalbetes no aplacó su ira. Era una espectáculo deplorable, pero la kunoichi no iba a dejar pasar la desobediencia de su "hermano menor" con ligereza.
Se fue aproximando al trío. Quiso dejar volar su cólera, preparar un Ōkashō y escupir un envite impregnado de chakra contra el suelo, rompiéndolo todo, llevándoles a perder el equilibrio y caer sobre los escombros, posiblemente asustándolos. Pero claro, aquello eran terrenos públicos de la villa, no parecía buena idea causar destrozos sin un buen motivo —motivo del que no disponía—.
Quedó a unos dos metros de los muchachos. «Así que a esto se refería con "no tener que preocuparse por los abusones"». Uno de ellos —el que necesitaba que le redujeran la lengua un par de centímetros con un kunai— portaba el emblema del Remolino en el brazo. «Inadmisible. Les hundía la cabeza a los tres. Al del hitai-ate se la pondría en su sitio solo para poder aplastarla una segunda vez».
—¡Eh! —quiso captar la atención de todos los presentes—. ¿Qué ha pasado con las lecciones de respeto y camaradería de la academia?
Se llevó las manos a la cintura. Empezó a darse golpecitos con el índice de la derecha, denotando impaciencia.
La faz de la fémina manifestaba todo tipo de emociones, pero el buen humor no estaba entre ellas.
Contemplar a Ringo siendo maltratado por los otros mozalbetes no aplacó su ira. Era una espectáculo deplorable, pero la kunoichi no iba a dejar pasar la desobediencia de su "hermano menor" con ligereza.
Se fue aproximando al trío. Quiso dejar volar su cólera, preparar un Ōkashō y escupir un envite impregnado de chakra contra el suelo, rompiéndolo todo, llevándoles a perder el equilibrio y caer sobre los escombros, posiblemente asustándolos. Pero claro, aquello eran terrenos públicos de la villa, no parecía buena idea causar destrozos sin un buen motivo —motivo del que no disponía—.
Quedó a unos dos metros de los muchachos. «Así que a esto se refería con "no tener que preocuparse por los abusones"». Uno de ellos —el que necesitaba que le redujeran la lengua un par de centímetros con un kunai— portaba el emblema del Remolino en el brazo. «Inadmisible. Les hundía la cabeza a los tres. Al del hitai-ate se la pondría en su sitio solo para poder aplastarla una segunda vez».
—¡Eh! —quiso captar la atención de todos los presentes—. ¿Qué ha pasado con las lecciones de respeto y camaradería de la academia?
Se llevó las manos a la cintura. Empezó a darse golpecitos con el índice de la derecha, denotando impaciencia.
La faz de la fémina manifestaba todo tipo de emociones, pero el buen humor no estaba entre ellas.