15/06/2018, 19:40
(Última modificación: 15/06/2018, 19:40 por Uchiha Akame.)
La jugada volvió a salirle a la perfección. El sello explosivo sobre el cadáver, la bomba de humo, el muro en ruinas que utilizó como parapeto. Akame se movía con una agilidad e inteligencias que superaban, por mucho, a las de aquellos desgraciados. Tal era el poder de un Uchiha y jōnin de la Aldea Oculta del Remolino.
Sin piedad, recorrió con pasos veloces la distancia que le separaba del grandullón que yacía, malherido, en el suelo. Desenvainó su espada con rapidez y, empuñándola con firmeza, realizó un empalamiento descendiente para atravesar el cráneo de aquel mastodonte con la hoja de su espada. El oscuro acero relució a la luz de la luna, arrancándole un destello violáceo claro.
Se irguió justo cuando el otro arrojaba la ballesta al suelo y pedía clemencia a gritos. Los ojos del Uchiha destellaron con un brillo carmesí en la oscuridad cuando Akame le dedicó una tenebrosa pero fugaz mirada.
—Largo de aquí, escoria. Y asegúrate de contarle a tus compadres lo que has visto esta noche —ordenó, autoritario—. Si alguno de vosotros vuelve a cruzarse en mi camino, esto es lo que le espera.
Akame nunca había sido un tipo especialmente intimidante, pero la situación lo ameritaba. Además, su poderoso chakra se expandió y vibró un momento, seguramente provocándole un escalofrío por la espalda a aquel mercenario. Si el tipo obedecía, el shinobi le dejaría efectivamente ir... Aunque quizás se encontrase de cara con los soldados del señor Iekatsu, si es que habían oído la señal de socorro de Datsue.
«Ahora sólo queda uno.»
Veloz, el jōnin se dio media vuelta y apoyó la espalda contra el muro. Todavía quedaba un tirador y su última posición conocida había sido junto a los escombros de la entrada principal de la fortaleza. Con cautela asomó la cabeza y escudriñó la oscuridad.
El Uchiha se movió con tal presteza que fue capaz de evitar la tremenda explosión, un estruendo ensordecedor que retumbó en el gran salón y entre los escombros, destrozando todo en un área de seis metros y dañando una de las columnas que soportaban la estructura del techo.
Cuando Datsue apareció parapetado tras la columna opuesta, sus ojos distinguieron con claridad al enemigo... Lo tenían casi delante. El ninja estaba al otro lado del pilar, y con movimientos veloces buscó revolverse y atacar al Uchiha. De cerca, Datsue pudo ver su rostro cubierto de horrendas cicatrices, facciones duras y unos ojos gélidos que parecían brillar en la oscuridad.
Kaguya Hida hizo emerger dos afiladas estacas de hueso desde las palmas de sus manos con un sonoro "crack", y lanzó un par de estocadas en dirección a Datsue valiéndose de aquellas armas. La primera iba dirigida hacia el muslo derecho del ninja, mientras que la tercera buscaba acertarle en pleno hombro izquierdo y perforárselo de forma dolorosa.
Sin piedad, recorrió con pasos veloces la distancia que le separaba del grandullón que yacía, malherido, en el suelo. Desenvainó su espada con rapidez y, empuñándola con firmeza, realizó un empalamiento descendiente para atravesar el cráneo de aquel mastodonte con la hoja de su espada. El oscuro acero relució a la luz de la luna, arrancándole un destello violáceo claro.
Se irguió justo cuando el otro arrojaba la ballesta al suelo y pedía clemencia a gritos. Los ojos del Uchiha destellaron con un brillo carmesí en la oscuridad cuando Akame le dedicó una tenebrosa pero fugaz mirada.
—Largo de aquí, escoria. Y asegúrate de contarle a tus compadres lo que has visto esta noche —ordenó, autoritario—. Si alguno de vosotros vuelve a cruzarse en mi camino, esto es lo que le espera.
Akame nunca había sido un tipo especialmente intimidante, pero la situación lo ameritaba. Además, su poderoso chakra se expandió y vibró un momento, seguramente provocándole un escalofrío por la espalda a aquel mercenario. Si el tipo obedecía, el shinobi le dejaría efectivamente ir... Aunque quizás se encontrase de cara con los soldados del señor Iekatsu, si es que habían oído la señal de socorro de Datsue.
«Ahora sólo queda uno.»
Veloz, el jōnin se dio media vuelta y apoyó la espalda contra el muro. Todavía quedaba un tirador y su última posición conocida había sido junto a los escombros de la entrada principal de la fortaleza. Con cautela asomó la cabeza y escudriñó la oscuridad.
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El Uchiha se movió con tal presteza que fue capaz de evitar la tremenda explosión, un estruendo ensordecedor que retumbó en el gran salón y entre los escombros, destrozando todo en un área de seis metros y dañando una de las columnas que soportaban la estructura del techo.
Cuando Datsue apareció parapetado tras la columna opuesta, sus ojos distinguieron con claridad al enemigo... Lo tenían casi delante. El ninja estaba al otro lado del pilar, y con movimientos veloces buscó revolverse y atacar al Uchiha. De cerca, Datsue pudo ver su rostro cubierto de horrendas cicatrices, facciones duras y unos ojos gélidos que parecían brillar en la oscuridad.
Kaguya Hida hizo emerger dos afiladas estacas de hueso desde las palmas de sus manos con un sonoro "crack", y lanzó un par de estocadas en dirección a Datsue valiéndose de aquellas armas. La primera iba dirigida hacia el muslo derecho del ninja, mientras que la tercera buscaba acertarle en pleno hombro izquierdo y perforárselo de forma dolorosa.