16/06/2018, 01:05
Akame no dedicó ni un segundo más de tiempo al mercenario que ahora huía despavorido; no podía permitírselo. Su búsqueda del último enemigo fue infructuosa en primera instancia, mas un sonido peligrosamente conocido le alertó de la posición de una inminente amenaza.
«¡Mierda!»
Aquel cabrón le había flanqueado y acababa de dispararle. Sin tiempo de reacción para mayores florituras, el Uchiha juntó ambas manos en una palmada y canalizó su chakra para moldearlo con la forma de la naturaleza de Viento.
«¡Fuuton, Reppushō!»
Una onda de aire a presión avanzaría frente a él con la suficiente fuerza como para repeler el proyectil. Además, Akame se aseguró de meter la mano diestra en el portaobjetos de su muslo y lanzar, rápidamente, un total de tres shuriken. El movimiento se había realizado con cierto apuro y poco margen, de forma que era poco probable que impactase; mas la intención del jōnin era principalmente ganarse algo de tiempo para reposicionarse.
A la velocidad más alta que le permitían sus piernas, Akame avanzó hasta la siguiente cobertura, siguiendo el perímetro de las ruinas de la muralla exterior. Siempre alerta, por si en la oscuridad intuía la silueta formada por el chakra de aquel desgraciado. Luego esperaría un momento, y trataría de hacer lo propio hasta los siguientes escombros con intención de flanquear al flanqueador.
Las estacas óseas de Hida se clavaron con gran facilidad tanto en el muslo derecho del joven Uchiha como en su hombro, y el renegado esbozó una sonrisa torcida que no tardó en desaparecer cuando, con un característico "puf", la silueta del jōnin fue sustituida por la de un enorme cascote. El Kaguya tiró con fuerza para desclavar sus armas de hueso de la piedra, y fue entonces cuando advirtió el sello explosivo que se iluminaba con fuerza.
Con una brutal explosión, Hida salió propulsado de espaldas mientras la segunda columna era destruida en su base. Toda la estructura del gran salón empezó entonces a crujir y tambalearse mientras trozos de techo, cascotes y demás escombros caían violentamente alrededor de ambos ninjas.
Datsue, con buen criterio, emprendió una carrera hacia la salida. Apenas recorridos seis metros ya había tenido que esquivar —por los pelos— dos grandes trozos de madera calcinada que cayeron desde el techo semiderruido. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar a la salida, la estructura sobre ésta se derrumbó con el estruendo de un cañón. Si alzaba la vista, vería que en el techo había ahora un gran agujero, fruto de los derrumbamientos; era una posible salida.
El propio Hida estaba escalando, de salto en salto, ayudándose de los trozos de estructura que caían al suelo para impulsarse y así llegar hasta el siguiente resalto. Tenía el torso chamuscado por la explosión del sello de Datsue y la ropa destrozada, pero parecía más que en condiciones suficientes como para ser una amenaza.
«¡Mierda!»
Aquel cabrón le había flanqueado y acababa de dispararle. Sin tiempo de reacción para mayores florituras, el Uchiha juntó ambas manos en una palmada y canalizó su chakra para moldearlo con la forma de la naturaleza de Viento.
«¡Fuuton, Reppushō!»
Una onda de aire a presión avanzaría frente a él con la suficiente fuerza como para repeler el proyectil. Además, Akame se aseguró de meter la mano diestra en el portaobjetos de su muslo y lanzar, rápidamente, un total de tres shuriken. El movimiento se había realizado con cierto apuro y poco margen, de forma que era poco probable que impactase; mas la intención del jōnin era principalmente ganarse algo de tiempo para reposicionarse.
A la velocidad más alta que le permitían sus piernas, Akame avanzó hasta la siguiente cobertura, siguiendo el perímetro de las ruinas de la muralla exterior. Siempre alerta, por si en la oscuridad intuía la silueta formada por el chakra de aquel desgraciado. Luego esperaría un momento, y trataría de hacer lo propio hasta los siguientes escombros con intención de flanquear al flanqueador.
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Las estacas óseas de Hida se clavaron con gran facilidad tanto en el muslo derecho del joven Uchiha como en su hombro, y el renegado esbozó una sonrisa torcida que no tardó en desaparecer cuando, con un característico "puf", la silueta del jōnin fue sustituida por la de un enorme cascote. El Kaguya tiró con fuerza para desclavar sus armas de hueso de la piedra, y fue entonces cuando advirtió el sello explosivo que se iluminaba con fuerza.
¡BOOM!
Con una brutal explosión, Hida salió propulsado de espaldas mientras la segunda columna era destruida en su base. Toda la estructura del gran salón empezó entonces a crujir y tambalearse mientras trozos de techo, cascotes y demás escombros caían violentamente alrededor de ambos ninjas.
Datsue, con buen criterio, emprendió una carrera hacia la salida. Apenas recorridos seis metros ya había tenido que esquivar —por los pelos— dos grandes trozos de madera calcinada que cayeron desde el techo semiderruido. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar a la salida, la estructura sobre ésta se derrumbó con el estruendo de un cañón. Si alzaba la vista, vería que en el techo había ahora un gran agujero, fruto de los derrumbamientos; era una posible salida.
El propio Hida estaba escalando, de salto en salto, ayudándose de los trozos de estructura que caían al suelo para impulsarse y así llegar hasta el siguiente resalto. Tenía el torso chamuscado por la explosión del sello de Datsue y la ropa destrozada, pero parecía más que en condiciones suficientes como para ser una amenaza.