16/06/2018, 01:56
Pō temblaba. Temblaba como un flan. La planificación y decisión que habían exhibido sus previas acciones parecía haberse esfumado de repente, al ser cuestionada sobre el futuro de su ahora único prisionero. Podía suponerse que la mujer nunca se había imaginado aquel escenario —uno en el que su plan salía "demasiado" bien— y por tanto, no lo había contemplado en sus planes.
—¿Ma... Matado? —titubeó—. No, yo... Yo nunca he matado a nadie.
Aquello último lo dijo con un deje de rabia contenida, de frustración. Como si en el fondo lamentase no haberlo hecho, o no haber sido capaz. Dejó el paño de tela sobre la mesa y tomó su taza de té con ambas manos, tratando de beber un sorbo; mas su pobre pulso, presa de los nervios, se lo impidió. Y casi volvió a derramar un poco de la bebida.
Cuando Karamaru le aseguró que el desenlace de todo aquello no tenía por qué ser sangriento, la mujer alzó los ojos. Estaban al borde de romper a llorar, y parecían gritar pidiendo auxilio. Una ayuda que ahora el amejin le prometía.
—¿De... De verdad lo crees? ¿Me perdonaría? —no parecía muy convencida—. Yo... Yo no quiero matarle. No quiero matarle... —repitió, con un hilo de voz—. No puedo matar a nadie.
Como si acabara de darse cuenta de que para cumplir su sueño de ser ninja tenía que ser capaz de asesinar a otras personas, Pō rompió a llorar desconsoladamente. Se llevó ambas manos a la cara, tapándosela con gran vergüenza, mientras sollozaba quedamente.
—¿Ma... Matado? —titubeó—. No, yo... Yo nunca he matado a nadie.
Aquello último lo dijo con un deje de rabia contenida, de frustración. Como si en el fondo lamentase no haberlo hecho, o no haber sido capaz. Dejó el paño de tela sobre la mesa y tomó su taza de té con ambas manos, tratando de beber un sorbo; mas su pobre pulso, presa de los nervios, se lo impidió. Y casi volvió a derramar un poco de la bebida.
Cuando Karamaru le aseguró que el desenlace de todo aquello no tenía por qué ser sangriento, la mujer alzó los ojos. Estaban al borde de romper a llorar, y parecían gritar pidiendo auxilio. Una ayuda que ahora el amejin le prometía.
—¿De... De verdad lo crees? ¿Me perdonaría? —no parecía muy convencida—. Yo... Yo no quiero matarle. No quiero matarle... —repitió, con un hilo de voz—. No puedo matar a nadie.
Como si acabara de darse cuenta de que para cumplir su sueño de ser ninja tenía que ser capaz de asesinar a otras personas, Pō rompió a llorar desconsoladamente. Se llevó ambas manos a la cara, tapándosela con gran vergüenza, mientras sollozaba quedamente.