16/06/2018, 09:07
Como cada mañana desde hace ya años, me levanté temprano para realizar mis ejercicios matutinos. Pero antes de poner con ello, era tarea mía ponerles comida a los peces del estanque que teníamos en el jardín.
Cuando no era más que un niño, vivíamos en una casa bastante mas pequeña, pero desde que mi padre se hiciese famoso por las armas que forjaba, la cosa había cambiado. Ahora vivíamos en una casa enorme, de dos plantas, equipada con un gran jardín exterior y un dojo privado. En el jardín exterior había un gran estanque lleno de carpas y algunos arboles de cerezo.
Alimenté a los peces y entré al dojo para entrenar. Mi padre mando construir la casa con un dojo privado por que sabia que yo me avergonzaba de mi pequeño problema con los sellos de las técnicas, y aunque ya había superado esa fase hacia algún tiempo, la verdad es que agradecía el hecho de tener un dojo en casa.
Cuando terminé de ejercitarme, me pegué un baño y me preparé para irme. Me recogí el pelo en una coleta alta. Lo tenia bastante largo, me llegaba mas o menos por la cadera, y aunque me gustaba y no quería cortármelo, lo cierto es que era bastante incomodo llevarlo suelto. Me puse un Uwagi de color verde mente, que hacía juego con mis ojos y era uno de mis favoritos. Me coloqué el hakama, me ajusté el obi y finalmente até mi daisho a él. Cuando terminé con mi ritual de vestimenta, fui a la salida de casa, me calcé mis sandalias, y abandoné mi hogar de camino al edificio del Uzukage.
No hacia mucho que había logrado que por fin me dieran la bandana de la villa y se me reconociera como un guerrero de la misma. Había sido un camino difícil, sobre todo porque muchos no entendían que cada persona era distinta y tenía unas habilidades diferentes. Pero cada persona es un mundo distinto, donde unos destacan por su poder y dominio de las técnicas elementales, otros destacan por su maestría con las marionetas, por sus habilidades curativas o en mi caso, por el dominio de la espada.
Llegué al edificio del uzukage mientras aun divagaba en mis recientes recuerdos de la graduación. Había ido hasta allí en busca de mi primera misión. Era el deber de un guerrero cumplir los encargos que se les designaban y ayudar así a los ciudadanos de su villa. Yo no iba a ser menos.
Me acerqué a la recepción del edificio, donde se entregaban las misiones de menor rango, aunque no por ello menos importantes. Las misiones de mayor categoría e importancia las entregaba el kage en persona y aunque me hubiera gustado personarme ante él en busca de una misión así, yo mismo era consciente de que no estaba preparado para ello. Como decía un dicho popular, no hay que empezar a construir la casa por el tejado.
—Buenos días. —Saludé a la persona de la recepción con una ligera y educada reverencia. —Mi nombre es Sasaki Reiji, vengo en busca de una misión.
Cuando no era más que un niño, vivíamos en una casa bastante mas pequeña, pero desde que mi padre se hiciese famoso por las armas que forjaba, la cosa había cambiado. Ahora vivíamos en una casa enorme, de dos plantas, equipada con un gran jardín exterior y un dojo privado. En el jardín exterior había un gran estanque lleno de carpas y algunos arboles de cerezo.
Alimenté a los peces y entré al dojo para entrenar. Mi padre mando construir la casa con un dojo privado por que sabia que yo me avergonzaba de mi pequeño problema con los sellos de las técnicas, y aunque ya había superado esa fase hacia algún tiempo, la verdad es que agradecía el hecho de tener un dojo en casa.
Cuando terminé de ejercitarme, me pegué un baño y me preparé para irme. Me recogí el pelo en una coleta alta. Lo tenia bastante largo, me llegaba mas o menos por la cadera, y aunque me gustaba y no quería cortármelo, lo cierto es que era bastante incomodo llevarlo suelto. Me puse un Uwagi de color verde mente, que hacía juego con mis ojos y era uno de mis favoritos. Me coloqué el hakama, me ajusté el obi y finalmente até mi daisho a él. Cuando terminé con mi ritual de vestimenta, fui a la salida de casa, me calcé mis sandalias, y abandoné mi hogar de camino al edificio del Uzukage.
No hacia mucho que había logrado que por fin me dieran la bandana de la villa y se me reconociera como un guerrero de la misma. Había sido un camino difícil, sobre todo porque muchos no entendían que cada persona era distinta y tenía unas habilidades diferentes. Pero cada persona es un mundo distinto, donde unos destacan por su poder y dominio de las técnicas elementales, otros destacan por su maestría con las marionetas, por sus habilidades curativas o en mi caso, por el dominio de la espada.
Llegué al edificio del uzukage mientras aun divagaba en mis recientes recuerdos de la graduación. Había ido hasta allí en busca de mi primera misión. Era el deber de un guerrero cumplir los encargos que se les designaban y ayudar así a los ciudadanos de su villa. Yo no iba a ser menos.
Me acerqué a la recepción del edificio, donde se entregaban las misiones de menor rango, aunque no por ello menos importantes. Las misiones de mayor categoría e importancia las entregaba el kage en persona y aunque me hubiera gustado personarme ante él en busca de una misión así, yo mismo era consciente de que no estaba preparado para ello. Como decía un dicho popular, no hay que empezar a construir la casa por el tejado.
—Buenos días. —Saludé a la persona de la recepción con una ligera y educada reverencia. —Mi nombre es Sasaki Reiji, vengo en busca de una misión.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)