18/06/2018, 18:33
Karma escudriñó la foto de familia con sumo interés. Se había percatado de la falta de una figura masculina en el hogar desde que llevaba diez minutos allí: ni presencia de ni mención a un marido, a un padre. La muchacha no quería indagar ni asumir nada, de todas maneras. No obstante, la kunoichi no esperaba toparse con el misterioso progenitor de aquella manera...
«Parecen felices. ¿Se separarían o habrá fallecido? Bueno, no es asunto mío». No podía quedarse teorizando, tenía un encargo que cumplir.
Para su hastío, el piso superior tenía más puertas que el inferior. No había otra forma de dar con el cuarto de Eshima, tenía que ir puerta por puerta y comprobarlas hasta dar con el habitáculo de la mujer.
Primero la que estaba a mano derecha: era el baño. «Esto me vendrá bien más tarde». La de enfrente: el escondite de los trastos. «Vaya, una guitarra. En cualquier caso, aquí no es».
Sus peripecias de asaltadora de puertas continuaron. Abrió otra y se encontró con una habitación, pero la falta de enseres en el cuarto despedía la sensación de que no lo usaba nadie de forma regular. «¿Quizás la habitación de invitados?». Ladeó el rostro un par de veces y continuó.
Abría y cerraba, decepcionada. Pero entonces halló una habitación habitada, sin lugar a dudas. Con una medida expresión de fascinación, Karma miró, uno por uno, a todo lo que allí había. «Esto tiene toda la pinta de ser la habitación de Ringo-san», consideró.
Pensó en continuar la búsqueda, pero le picó la curiosidad... ¿qué tal si echaba un vistazo de todas formas?
«Parecen felices. ¿Se separarían o habrá fallecido? Bueno, no es asunto mío». No podía quedarse teorizando, tenía un encargo que cumplir.
Para su hastío, el piso superior tenía más puertas que el inferior. No había otra forma de dar con el cuarto de Eshima, tenía que ir puerta por puerta y comprobarlas hasta dar con el habitáculo de la mujer.
Primero la que estaba a mano derecha: era el baño. «Esto me vendrá bien más tarde». La de enfrente: el escondite de los trastos. «Vaya, una guitarra. En cualquier caso, aquí no es».
Sus peripecias de asaltadora de puertas continuaron. Abrió otra y se encontró con una habitación, pero la falta de enseres en el cuarto despedía la sensación de que no lo usaba nadie de forma regular. «¿Quizás la habitación de invitados?». Ladeó el rostro un par de veces y continuó.
Abría y cerraba, decepcionada. Pero entonces halló una habitación habitada, sin lugar a dudas. Con una medida expresión de fascinación, Karma miró, uno por uno, a todo lo que allí había. «Esto tiene toda la pinta de ser la habitación de Ringo-san», consideró.
Pensó en continuar la búsqueda, pero le picó la curiosidad... ¿qué tal si echaba un vistazo de todas formas?