7/09/2015, 21:27
(Última modificación: 7/09/2015, 21:27 por Amedama Daruu.)
Cuando un silencio abrumador se acogió a la pastelería de su madre como un depredador al cuello de una presa, Daruu levantó la mirada de la barra. Enseguida descubrió qué había sucedido. Lo había visto un par de veces. La una en el examen, la otra mientras caminaba por la aldea, y ambas le había parecido un ninja de lo más extravagante. Pero a él, aquellos aires de gallito y su desfigurado aspecto no le asustaban: sólo se trataba de un chulo que disfrutaba del miedo que causaba en los demás.
Se le veía en los andares, desgarbados y despreocupados, como si fuese dueño de aquél lugar. Se le veía en la sonrisa de dientes afilados de tiburón, y en la chispa decidida de su mirada. Pero sobretodo, se le veía en la forma en la que se sentó, esperando a que alguien fuese a atenderle.
Daruu suspiró y salió de detrás de la barra anodinamente, como si la persona que acababa de entrar al local no tuviese la piel azul. Aquello pareció relajar un tanto al resto de comensales, que pese a las furtivas miradas que le lanzaban de vez en cuando volvieron a sus asuntos. El silencio había acabado con la gacela tan rápido como se había lanzado a por ella.
—¿Qué deseas, Kaido-san? —Puesto que había aprendido su nombre del examen, se dirigió hacia él utilizándolo, mientras le tendía una carta de bebidas, una carta de dulces y otra de salados.
Puede que Kaido fuese sólo un chavalín con ganas de juerga, pero Daruu lo observaba con desdén y desprecio. Los humanos lo hacen a menudo. Cuando ven a alguien diferente, lo apartan de sus círculos, aunque sea inconscientemente. Aunque sea por un tiempo.
Se le veía en los andares, desgarbados y despreocupados, como si fuese dueño de aquél lugar. Se le veía en la sonrisa de dientes afilados de tiburón, y en la chispa decidida de su mirada. Pero sobretodo, se le veía en la forma en la que se sentó, esperando a que alguien fuese a atenderle.
Daruu suspiró y salió de detrás de la barra anodinamente, como si la persona que acababa de entrar al local no tuviese la piel azul. Aquello pareció relajar un tanto al resto de comensales, que pese a las furtivas miradas que le lanzaban de vez en cuando volvieron a sus asuntos. El silencio había acabado con la gacela tan rápido como se había lanzado a por ella.
—¿Qué deseas, Kaido-san? —Puesto que había aprendido su nombre del examen, se dirigió hacia él utilizándolo, mientras le tendía una carta de bebidas, una carta de dulces y otra de salados.
Puede que Kaido fuese sólo un chavalín con ganas de juerga, pero Daruu lo observaba con desdén y desprecio. Los humanos lo hacen a menudo. Cuando ven a alguien diferente, lo apartan de sus círculos, aunque sea inconscientemente. Aunque sea por un tiempo.