19/06/2018, 02:42
En Amegakure llovía como siempre, y hacía frío como siempre. A lo mejor no tanto como en otras épocas del año, pero igual era necesario salir con un poco de abrigo y por más costumbre que fuese, un cambio de atuendo al entrar a la casa.
Este relato, sin embargo, nos lleva unos kilómetros más allá de los límites de la urbe tecnológica. A un lugar donde si bien las precipitaciones eran comunes, no eran el pan de cada día. Un carro tirado por un humilde poni transportaba un par de cajas, en su interior descansaban diversos objetos, todos ellos formaban parte de la petición del comitente de aquella misión. A ambos lados del carro caminarían dos personas, ninjas. Simulando ser meros civiles.
El objetivo de la misión era sencillo, el cliente había pedido que una carga fuese ingresada en la aldea de Hantomura. El contenido de las cajas era bastante variado, pergaminos y tinta, algunos elementos y lo más curioso sin duda alguna serían las armas. Por razones que no se dieron a conocer en el documento, se solicitó que los encargados de hacer la entrega no estuviesen vestidos con elementos que los pudiesen identificar como shinobi de Amegakure.
De manera que ahí estarían, Manase Mogura y Umikiba Kaido. Cargando sus propias pertenencias en unas precarias mochilas de viaje y vistiendo capas gruesas de paja a juego con un amplio sombrero. Mogura por su parte, debajo de aquella capa vestía un kimono bastante sencillo y comunacho, hecho con la tela más barata que pudo encontrar y además un pantalón bastante simple. Colgando en el lomo del poni además habían un par de cantimploras hechas con una sección grande de bambú. Procuraba a su vez mantener su estilo usual de peinado con una tela enrollada a lo largo de su frente.
A pesar de lo precario que podría sonar aquella protección contra la lluvia, apenas se sentía, en parte a que solo había un poco de garua.
—No tiene sentido.
Diría el médico en un punto del viaje.
—¿Cómo lograría conseguir alimento para sobrevivir debajo de las alcantarillas?
Este relato, sin embargo, nos lleva unos kilómetros más allá de los límites de la urbe tecnológica. A un lugar donde si bien las precipitaciones eran comunes, no eran el pan de cada día. Un carro tirado por un humilde poni transportaba un par de cajas, en su interior descansaban diversos objetos, todos ellos formaban parte de la petición del comitente de aquella misión. A ambos lados del carro caminarían dos personas, ninjas. Simulando ser meros civiles.
El objetivo de la misión era sencillo, el cliente había pedido que una carga fuese ingresada en la aldea de Hantomura. El contenido de las cajas era bastante variado, pergaminos y tinta, algunos elementos y lo más curioso sin duda alguna serían las armas. Por razones que no se dieron a conocer en el documento, se solicitó que los encargados de hacer la entrega no estuviesen vestidos con elementos que los pudiesen identificar como shinobi de Amegakure.
De manera que ahí estarían, Manase Mogura y Umikiba Kaido. Cargando sus propias pertenencias en unas precarias mochilas de viaje y vistiendo capas gruesas de paja a juego con un amplio sombrero. Mogura por su parte, debajo de aquella capa vestía un kimono bastante sencillo y comunacho, hecho con la tela más barata que pudo encontrar y además un pantalón bastante simple. Colgando en el lomo del poni además habían un par de cantimploras hechas con una sección grande de bambú. Procuraba a su vez mantener su estilo usual de peinado con una tela enrollada a lo largo de su frente.
A pesar de lo precario que podría sonar aquella protección contra la lluvia, apenas se sentía, en parte a que solo había un poco de garua.
—No tiene sentido.
Diría el médico en un punto del viaje.
—¿Cómo lograría conseguir alimento para sobrevivir debajo de las alcantarillas?
Hablo - Pienso