19/06/2018, 15:48
No pudo resistir el impulso de conculcar la privacidad de Ringo.
Primero contempló la estantería a su izquierda. En los bajos fondos, como si fuesen pordioseros, se podía observar una colección que cualquier estudiante de academia necesitaba. El polvo los abrazaba como si fuese un viejo amigo. Arriba, en las altas esferas, dos colecciones de manga centradas en el mundo ninja de antaño. Karma tomó el primer tomo del que la kunoichi de Kirigakure era protagonista y miró la portada con interés, acto seguido hojeó la sinopsis de la parte posterior. «Parece interesante, miraré a ver si lo tienen en la librería del barrio. Pero este chico... si dedicase tanto tiempo a estudiar como lo dedica al ocio seguro que habría aprobado a la primera...». Karma suspiró y devolvió el manga a su lugar.
Entonces sus ojos corrieron hasta un escritorio, más posters, y un tablón que parecía haber sido dedicado a recuerdos. Miró las fotografías y la frase inspiradora por encima de estas, presidiendo sobre el conjunto. Todo ello le arrancó una pequeña sonrisa a la muchacha. «Si es que... no parece mal chico ni mal shinobi, si tan solo se esforzase un poco más...».
Poco después investigó el armario. No dio con nada de interés.
Le llegó el turno a la mesita de noche. Como si fuese una investigadora cazando pistas, la Kojima rebuscó en el cajón. Halló dibujos mal hechos —que le hicieron reír en alto—, libretas, más recuerdos capturados e impresos en papel... y al final, como si se tratase del legendario caldero repleto de oro al final del arco iris, una revista.
«¿Y esto...? Oh... ¡Oh!». Alzó las cejas. La portada ya le había dicho todo lo que necesitaba saber, pero Karma abrió la revista de todas formas, discurriendo una inquisitiva mirada sobre las páginas. Era muy... gráfica. Vio en apenas cinco minutos más atributos femeninos de los que había visto en toda su vida. Por no mencionar la ropa sugerente.
Cerró la revista con ambas manos, de golpe, enarbolando una expresión de descontento. «Supongo que Ringo-san está en ESA edad... voy a intentar no darle importancia». Volvió a suspirar. Puso todo su empeño en dejar los contenidos del cajón —especialmente la revista— como los había encontrado, para que su dueño no se percatase de que alguien había metido mano donde no pertenecía.
—Aquí tampoco, a seguir buscando —musitó.
Quedaban otras puertas que explorar, al fin y al cabo.
Primero contempló la estantería a su izquierda. En los bajos fondos, como si fuesen pordioseros, se podía observar una colección que cualquier estudiante de academia necesitaba. El polvo los abrazaba como si fuese un viejo amigo. Arriba, en las altas esferas, dos colecciones de manga centradas en el mundo ninja de antaño. Karma tomó el primer tomo del que la kunoichi de Kirigakure era protagonista y miró la portada con interés, acto seguido hojeó la sinopsis de la parte posterior. «Parece interesante, miraré a ver si lo tienen en la librería del barrio. Pero este chico... si dedicase tanto tiempo a estudiar como lo dedica al ocio seguro que habría aprobado a la primera...». Karma suspiró y devolvió el manga a su lugar.
Entonces sus ojos corrieron hasta un escritorio, más posters, y un tablón que parecía haber sido dedicado a recuerdos. Miró las fotografías y la frase inspiradora por encima de estas, presidiendo sobre el conjunto. Todo ello le arrancó una pequeña sonrisa a la muchacha. «Si es que... no parece mal chico ni mal shinobi, si tan solo se esforzase un poco más...».
Poco después investigó el armario. No dio con nada de interés.
Le llegó el turno a la mesita de noche. Como si fuese una investigadora cazando pistas, la Kojima rebuscó en el cajón. Halló dibujos mal hechos —que le hicieron reír en alto—, libretas, más recuerdos capturados e impresos en papel... y al final, como si se tratase del legendario caldero repleto de oro al final del arco iris, una revista.
«¿Y esto...? Oh... ¡Oh!». Alzó las cejas. La portada ya le había dicho todo lo que necesitaba saber, pero Karma abrió la revista de todas formas, discurriendo una inquisitiva mirada sobre las páginas. Era muy... gráfica. Vio en apenas cinco minutos más atributos femeninos de los que había visto en toda su vida. Por no mencionar la ropa sugerente.
Cerró la revista con ambas manos, de golpe, enarbolando una expresión de descontento. «Supongo que Ringo-san está en ESA edad... voy a intentar no darle importancia». Volvió a suspirar. Puso todo su empeño en dejar los contenidos del cajón —especialmente la revista— como los había encontrado, para que su dueño no se percatase de que alguien había metido mano donde no pertenecía.
—Aquí tampoco, a seguir buscando —musitó.
Quedaban otras puertas que explorar, al fin y al cabo.