20/06/2018, 15:27
El Mercado Rojo estaba a rebosar. El bullicio, las risas y los gritos de los tenderos anunciando sus productos lo eclipsaban todo. La plaza tampoco era tan grande, y las personas eran como ríos de hormigas desorganizadas que iban de aquí para allá.
Cada puesto de comida se especializaba en algo. Unos, en verduras. Otros, en fruta. Otros huevos y lácteos. Otros carne… Al final, a Karma le llevó casi una hora terminar la compra. Las colas o bien eran inmensas, o bien avanzaban a paso de tortuga. Literalmente. De regalo, se llevó unos cuantos empujones. Algunos con unas palabras de perdón al final. Otros iban con demasiada prisa como para mirarla siquiera. Hubo uno que sí la miró, pero en lugar de disculparse, le dijo:
—Mira por dónde andas. —Definitivamente el que no había mirado había sido él.
Fuese como fuese, y con la bolsa ya llena y la lista de compra tachada, a Karma solo le quedaba una cosa por hacer. Halló la tienda que buscaba en una callejuela, con un letrero bien en grande que ponía:
En la vitrina, se podían ver las últimas novedades en libros y mangas, con su debida etiqueta con el precio correspondiente. Al entrar, la tienda estaba dividida por zonas. La central, compuesta de tres estanterías, estaba repleta de libros —en la estantería de la derecha y media estantería de la del medio— y mangas —en las estanterías restantes—. A la derecha, separado por un muro con una gran abertura en el centro cuya forma recordaba al de un arco torii, estaba el merchandising. Figuras, camisetas, gorras, y todo tipo de objetos de anime y manga. A la izquierda, también separada por un muro de la misma forma, había una sala más pequeña. Una única estantería, donde se acumulaban mangas y libros por igual, gastados y sin ninguna etiqueta que marcase su precio.
En la entrada misma, a la derecha, se encontraba la dueña del local tras un mostrador. Una anciana con cabellos blancos y recogidos en una coleta, de rostro tan arrugado como las manos tras pasarse años bajo el agua.
Cada puesto de comida se especializaba en algo. Unos, en verduras. Otros, en fruta. Otros huevos y lácteos. Otros carne… Al final, a Karma le llevó casi una hora terminar la compra. Las colas o bien eran inmensas, o bien avanzaban a paso de tortuga. Literalmente. De regalo, se llevó unos cuantos empujones. Algunos con unas palabras de perdón al final. Otros iban con demasiada prisa como para mirarla siquiera. Hubo uno que sí la miró, pero en lugar de disculparse, le dijo:
—Mira por dónde andas. —Definitivamente el que no había mirado había sido él.
Fuese como fuese, y con la bolsa ya llena y la lista de compra tachada, a Karma solo le quedaba una cosa por hacer. Halló la tienda que buscaba en una callejuela, con un letrero bien en grande que ponía:
Kawarimi no Hon
En la vitrina, se podían ver las últimas novedades en libros y mangas, con su debida etiqueta con el precio correspondiente. Al entrar, la tienda estaba dividida por zonas. La central, compuesta de tres estanterías, estaba repleta de libros —en la estantería de la derecha y media estantería de la del medio— y mangas —en las estanterías restantes—. A la derecha, separado por un muro con una gran abertura en el centro cuya forma recordaba al de un arco torii, estaba el merchandising. Figuras, camisetas, gorras, y todo tipo de objetos de anime y manga. A la izquierda, también separada por un muro de la misma forma, había una sala más pequeña. Una única estantería, donde se acumulaban mangas y libros por igual, gastados y sin ninguna etiqueta que marcase su precio.
En la entrada misma, a la derecha, se encontraba la dueña del local tras un mostrador. Una anciana con cabellos blancos y recogidos en una coleta, de rostro tan arrugado como las manos tras pasarse años bajo el agua.