20/06/2018, 19:45
El silencio inundó por momentos la parca estancia. Akame todavía tenía varios moratones por la cara y el labio partido le sangraba a ratos, pero por lo demás parecía en buena forma. Sus ojos penetrantes taladraban a partes iguales a la regordeta señora —que pese a claramente no tener entrenamiento ninja, sí que había hecho gala de un más que decente gancho de derecha— y a Karamaru; que se había posicionado a favor de ésta.
Al cabo de unos momentos que a todos los presentes se le hicieron eternos, el Uchiha se limitó a suspirar. No iba a matar a nadie allí, ni tampoco —probablemente— ese día. Y, había que afrontarlo, Mori no Kuni no era su jurisdicción. Si quería conseguir algo sería, como mucho, a través del primer shinobi de Kusa que se encontrase. «¿Y contarle lo sucedido a un kusajin? ¡Ni en broma!» Con el Examen de Chuunin a la vuelta de la esquina, celebrándose en Uzushiogakure, Akame no quería por nada del mundo tener una anécdota suya sobre haber sido cazado cagándose encima por una civil, rulando de boca en boca.
—Está bien —dijo, cruzándose de brazos y mirando con dureza, alternativamente, a Karamaru y a Pō—. Pero tengo dos exigencias. La primera, no hablaremos de lo que ha sucedido hoy... Con nadie.
Dejó que sus palabras calasen en la pareja.
—Y segunda... ¿Alguno de los dos puede explicarme a qué demonios ha venido todo esto? ¿Qué coño era ese rollo de la Aldea Oculta de la Cascada?
Pō bajó la vista, taciturna.
Al cabo de unos momentos que a todos los presentes se le hicieron eternos, el Uchiha se limitó a suspirar. No iba a matar a nadie allí, ni tampoco —probablemente— ese día. Y, había que afrontarlo, Mori no Kuni no era su jurisdicción. Si quería conseguir algo sería, como mucho, a través del primer shinobi de Kusa que se encontrase. «¿Y contarle lo sucedido a un kusajin? ¡Ni en broma!» Con el Examen de Chuunin a la vuelta de la esquina, celebrándose en Uzushiogakure, Akame no quería por nada del mundo tener una anécdota suya sobre haber sido cazado cagándose encima por una civil, rulando de boca en boca.
—Está bien —dijo, cruzándose de brazos y mirando con dureza, alternativamente, a Karamaru y a Pō—. Pero tengo dos exigencias. La primera, no hablaremos de lo que ha sucedido hoy... Con nadie.
Dejó que sus palabras calasen en la pareja.
—Y segunda... ¿Alguno de los dos puede explicarme a qué demonios ha venido todo esto? ¿Qué coño era ese rollo de la Aldea Oculta de la Cascada?
Pō bajó la vista, taciturna.