21/06/2018, 18:35
Bajo la mirada de un creciente infinito azabache, apenas afectado por el blanco de la nevada, el ferry donde se hallaban tanto el Inuzuka como su can llegó al fin a puerto. Atracó sin problema alguno, aunque las prisas y las malas maneras comenzaron a ser prioritarias. Algo raro pasaba, era como si todos buscasen bajar lo antes posible, asustados de algo.
«Que raro...»
Pero el chico no tardó en encontrar algo de lógica a lo que sucedía. Los bellos y delicados copitos de nieve cada vez eran un poquito mas gruesos, a cada segundo eran mas rápidos cayendo, y por su puesto caían con cada vez mas brusquedad. Casi se podían notar sobre la piel, aunque no tanto sobre la ropa. Quizás con un poco mas de tiempo no corriesen esa misma suerte.
El chico miró a su hermano, y las palabras sobraron.
Sin demora, bajaron del barco. El Inuzuka llevaba encima el paquete que había de entregar al tipo que había de estar en alguna parte de la pequeña aldea. Pero buscar a éste hombre quizás podía demorarles demasiado, tanto que la tormenta que se avecinaba les cayese encima. No era una de las mejores opciones, y siendo un poquito lógico, la omitió de entre sus planes. Se encaminó hacia el centro del lugar, donde buscaría rápidamente alguna posada u hostal en el que pudiese quedarse, al menos hasta que la tormenta amainase. No era cuestión de jugársela sin motivo.
Total, tarde o temprano ya le daría el encargo a su dueño. Seguro que éste estaría en casa a orillas de su chimenea.
«Que raro...»
Pero el chico no tardó en encontrar algo de lógica a lo que sucedía. Los bellos y delicados copitos de nieve cada vez eran un poquito mas gruesos, a cada segundo eran mas rápidos cayendo, y por su puesto caían con cada vez mas brusquedad. Casi se podían notar sobre la piel, aunque no tanto sobre la ropa. Quizás con un poco mas de tiempo no corriesen esa misma suerte.
El chico miró a su hermano, y las palabras sobraron.
Sin demora, bajaron del barco. El Inuzuka llevaba encima el paquete que había de entregar al tipo que había de estar en alguna parte de la pequeña aldea. Pero buscar a éste hombre quizás podía demorarles demasiado, tanto que la tormenta que se avecinaba les cayese encima. No era una de las mejores opciones, y siendo un poquito lógico, la omitió de entre sus planes. Se encaminó hacia el centro del lugar, donde buscaría rápidamente alguna posada u hostal en el que pudiese quedarse, al menos hasta que la tormenta amainase. No era cuestión de jugársela sin motivo.
Total, tarde o temprano ya le daría el encargo a su dueño. Seguro que éste estaría en casa a orillas de su chimenea.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~