27/06/2018, 11:20
La kunoichi escuchaba atentamente como el chico le explicaba sobre prácticamente su vida: la lluvia formaba parte de ellos como probablemente ella debería del viento, luego le tocó el turno a ella mientras los cortos pasos sobre la piedra inestable de aquel castillo se hacían cada vez más lentos y cautelosos, aunque no paraban por nada del mundo.
—No creo que sea tarea sencilla que llevar a alguien de una aldea a otro, por lo que tendré que conformarme con tu palabra de momento.
—No, dudo mucho que sea fácil —afirmó ella, negando pero con una sonrisa en los labios.
Con suerte ambos llegaron al tejado rápidamente, y Reiji, que parecía interesado en la conversación que ambos mantenían, decidió sentarse con cuidado en una parte del mismo para seguir conversando, ella, como persona curiosa que ella, no le faltó tiempo para tantear otro pequeño hueco que no se derrumbase con su peso para acompañarle.
—Si, tenemos gargolas, y cuanto más las miras, mas dudas de si están vivas o son de piedra. Dadas las continuas lluvias, lo mejor es que todas las casas sean de metal, las casas de madera de estilo tradicional no aguantarían el azote de la tormenta. Es todo bastante oscuro, a excepción del distrito comercial, cuyos tenderetes están normalmente iluminados por llamativos carteles de neon.
—¡Oh, vaya! —exclamó la joven sobre lo de las gárgolas, ¡eso sí que daba repelús! —. Pero la lluvia seguro que relaja mucho, y el aroma que deja es genial, a mí me encanta que llueva, aunque en Uzushiogakure normalmente no lo hace.
—Amegakure tiene cosas fantásticas, no cambiaria por nada del mundo el estar sentado junto a la ventana, leyendo un libro con la lluvia como música de fondo. Y tú, ¿Hay algo que de tu villa que no cambiarias por nada del mundo?
—La verdad es que no cambiaría nada —fue una respuesta inmediata, porque la verdad era que su villa era su hogar, un lugar al que volver cuando uno se siente perdido, y pese a todo lo que vivió recientemente, sigue firme, y sigue unida —. Es mi hogar, y aunque tiene sus defectos, no cambiaría nada de lo que hay en ella.
—No creo que sea tarea sencilla que llevar a alguien de una aldea a otro, por lo que tendré que conformarme con tu palabra de momento.
—No, dudo mucho que sea fácil —afirmó ella, negando pero con una sonrisa en los labios.
Con suerte ambos llegaron al tejado rápidamente, y Reiji, que parecía interesado en la conversación que ambos mantenían, decidió sentarse con cuidado en una parte del mismo para seguir conversando, ella, como persona curiosa que ella, no le faltó tiempo para tantear otro pequeño hueco que no se derrumbase con su peso para acompañarle.
—Si, tenemos gargolas, y cuanto más las miras, mas dudas de si están vivas o son de piedra. Dadas las continuas lluvias, lo mejor es que todas las casas sean de metal, las casas de madera de estilo tradicional no aguantarían el azote de la tormenta. Es todo bastante oscuro, a excepción del distrito comercial, cuyos tenderetes están normalmente iluminados por llamativos carteles de neon.
—¡Oh, vaya! —exclamó la joven sobre lo de las gárgolas, ¡eso sí que daba repelús! —. Pero la lluvia seguro que relaja mucho, y el aroma que deja es genial, a mí me encanta que llueva, aunque en Uzushiogakure normalmente no lo hace.
—Amegakure tiene cosas fantásticas, no cambiaria por nada del mundo el estar sentado junto a la ventana, leyendo un libro con la lluvia como música de fondo. Y tú, ¿Hay algo que de tu villa que no cambiarias por nada del mundo?
—La verdad es que no cambiaría nada —fue una respuesta inmediata, porque la verdad era que su villa era su hogar, un lugar al que volver cuando uno se siente perdido, y pese a todo lo que vivió recientemente, sigue firme, y sigue unida —. Es mi hogar, y aunque tiene sus defectos, no cambiaría nada de lo que hay en ella.