8/09/2015, 21:59
(Última modificación: 8/09/2015, 22:01 por Umikiba Kaido.)
El tiburón aguardó sentado a que alguien fuera a atenderle. Fue entonces que desde una de las barras, un joven de cabellos negros se acercó pacientemente y puso la mejor cara que pudo para atender al nuevo comensal. Dejó sobre la mesa un par de carta para los distintos pedidos que ofrecía la pastelería y esperó a que el Gyojin hiciera su pedido. Pero su rostro decía más. No era gratitud lo que le salía de los poros, sino un palpable rechazo transmitido a través de una mirada esquiva y furtiva. Parecía personal, incluso, aunque se hubiesen cruzado quizás una sola vez durante el examen para ascender a genin.
Y fue justo en ese pequeño instante de percepción que el tiburón pudo recordar al muchacho. Le vio. Vio aquellos cabellos alborotados y oscuros ejecutar a la perfección cada una de las pruebas impuestas por el evaluador. Era bueno, eso tenía que admitirlo.
—Joder, lo siento. ¿Cómo es que era tu nombre? —preguntó con desgano—. Deru, doro... no. ¡Daruu!
Kaido golpeó la mesa fuertemente.
Hizo que las pequeñas botellas de sal vibraran y que la atención de los comensales volviera nuevamente a su mesa, al menos durante un par de segundo. Su reacción, pues la que tiene una persona al lograr recordar algo que se le escabullía hacia los rincones más profundos de su memoria.
—Tráeme este plato —le señaló en el menú—. y cuando vengas, tráete una bebida extra para que tomes asiento y me expliques por qué cojones me miras como si quisieras patearme el culo.
»Y ruego que no escupas mi comida, por favor —sonrió.
Y fue justo en ese pequeño instante de percepción que el tiburón pudo recordar al muchacho. Le vio. Vio aquellos cabellos alborotados y oscuros ejecutar a la perfección cada una de las pruebas impuestas por el evaluador. Era bueno, eso tenía que admitirlo.
—Joder, lo siento. ¿Cómo es que era tu nombre? —preguntó con desgano—. Deru, doro... no. ¡Daruu!
Kaido golpeó la mesa fuertemente.
Hizo que las pequeñas botellas de sal vibraran y que la atención de los comensales volviera nuevamente a su mesa, al menos durante un par de segundo. Su reacción, pues la que tiene una persona al lograr recordar algo que se le escabullía hacia los rincones más profundos de su memoria.
—Tráeme este plato —le señaló en el menú—. y cuando vengas, tráete una bebida extra para que tomes asiento y me expliques por qué cojones me miras como si quisieras patearme el culo.
»Y ruego que no escupas mi comida, por favor —sonrió.