30/06/2018, 00:12
Los dioses fueron testigos de que Karma no esperaba toparse con lo que encontró. Estaba escondido entre aquellas tapas quemadas, como un tesoro. Una gema sin lustre que solo tenía valor para dos grupos: los implicados en esa historia agridulce y los observadores curiosos. La fémina caía en la segunda categoría.
Con los ojos como platos, leía. Desentrañaba y desentrañaba.
¿Y cómo no comportarse como una intrusa si la genin se alimentaba de todo detalle que encontraba a su alrededor? ¿Cómo contener su sed de respuestas cuando ese escrito en sucio contenía dos nombres, coronados por el mismo apellido, que reconocía? Era imposible hacerlo. La búsqueda de la verdad era virtuosa, era natural. Tan natural como respirar.
Dos Karmas, tan distintas pero parte de la misma alma: la muchacha alicaída que ignoraba los quehaceres ajenos porque no eran asunto suyo, y la indagante jovencita que le costaba horrores no pasarse de curiosa cuando algo captaba su atención, por personal que fuese.
Una dualidad paradójica, similar a muchas otras que la definían sin que ella misma fuese consciente.
«Uchiha Haskoz... otra vez. Su nombre estaba en la estatua de Shiona-sama. Y habla sobre Akame-sensei, dirigiéndose a una tal Furukawa Eri. ¿De qué desgracia está hablando? ¿El Bosque de Azur? ¿Alcohol? ¿Chantaje? ¿Hilos del destino? ¿Ese Riko al final se refiere a Senju Riko?», su mente trabajaba a ritmo frenético, escupiendo más y más preguntas para las que no tenía respuesta. Aunque quizás sí que conocía a alguien que las albergaba...
Agarró dos tomos: el quemado que ya tenía en su poder y Flor de Primavera. Era... adecuado.
Llevó ambos hasta el mostrador.
—Disculpe, me gustaría cambiar este libro —señaló a Flor de Primavera—, y comprar este otro —indicó el chamuscado.
Con los ojos como platos, leía. Desentrañaba y desentrañaba.
¿Y cómo no comportarse como una intrusa si la genin se alimentaba de todo detalle que encontraba a su alrededor? ¿Cómo contener su sed de respuestas cuando ese escrito en sucio contenía dos nombres, coronados por el mismo apellido, que reconocía? Era imposible hacerlo. La búsqueda de la verdad era virtuosa, era natural. Tan natural como respirar.
Dos Karmas, tan distintas pero parte de la misma alma: la muchacha alicaída que ignoraba los quehaceres ajenos porque no eran asunto suyo, y la indagante jovencita que le costaba horrores no pasarse de curiosa cuando algo captaba su atención, por personal que fuese.
Una dualidad paradójica, similar a muchas otras que la definían sin que ella misma fuese consciente.
«Uchiha Haskoz... otra vez. Su nombre estaba en la estatua de Shiona-sama. Y habla sobre Akame-sensei, dirigiéndose a una tal Furukawa Eri. ¿De qué desgracia está hablando? ¿El Bosque de Azur? ¿Alcohol? ¿Chantaje? ¿Hilos del destino? ¿Ese Riko al final se refiere a Senju Riko?», su mente trabajaba a ritmo frenético, escupiendo más y más preguntas para las que no tenía respuesta. Aunque quizás sí que conocía a alguien que las albergaba...
Agarró dos tomos: el quemado que ya tenía en su poder y Flor de Primavera. Era... adecuado.
Llevó ambos hasta el mostrador.
—Disculpe, me gustaría cambiar este libro —señaló a Flor de Primavera—, y comprar este otro —indicó el chamuscado.