2/07/2018, 01:22
Tanto tiempo había pasado desde aquel torneo en el Valle de los Dojos, tanto tiempo desde aquella propia humillación y decepción. Se había prometido entrenar, alcanzar el nivel que debía, y a pesar de haber cumplido diariamente con lo primero estaba lejos de lo segundo. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que se encontraba casi igual, técnicamente, de cuando había partido del valle.
En el camino se había encontrado con habilidosos de su propia aldea, de su misma edad y generación, y con otros como lo era aquel Uchiha Akame. Un jounin con su edad, y el monje ahí, sin casi haber mejorado en el transcurso de un año. Se sentía fatal, se sentía menospreciado consigo mismo y todavía no entendía por qué se había subido a ese barco.
«Una segunda oportunidad...» era su excusa.
Contempló la pared de los interiores del barco que lo llevaba hacia destino durante todo el viaje sin querer ver el mar, sin perderse en su profundidad y en su triste y lejano horizonte casi nostálgico y melancólico. Su cabeza daba vueltas sin parar, en qué hacia allí, que iba a hacer, que tan mal le iba a ir. Pero como bien le habían enseñado, no podía bajar los brazos.
Él lo sabía bien, caerse era algo que estaba prohibido, si el progreso era lento al menos estaba con la conciencia tranquila de que no fue por su falta de dedicación. No llegaba siendo el mejor de los mejores, probablemente todos estarían por encima de él, pero eso nunca fue motivo para echarse atrás.
«¿Y si doy el batacazo?» ¿Y si se demostraba a si mismo ser más de lo que creía ser?
Seguramente habría gente conocida allí, tal vez incluso el mismo Riko con el que tenía deudas pendientes. Pero todos esos no importaban, esta vez no se dejaría afectar por miradas ajenas, esta vez solo sería él y él. Él y sus pensamientos, él y su determinación, él y la prueba que tendría delante.
Era verdad, no había mejorado técnicamente, pero su mentalidad había progresado. La experiencia adquiría un nuevo valor para Karamaru, un año de grandes experiencias y enseñanzas que lo habían hecho madurar. Un cambio de mente suficiente para entender que aquello era diferente, que lo debía de afrontar de forma diferente, que no importaba si estaba o no a la altura él tenía que hacer lo mejor.
¿Y si fracasaba? Poco mal gusto iba a tener sabiendo que había dado todo de sí, que se había podido ver las caras con gente superior. Porque si algo lo alentaba era saber que con gran seguridad él sería de los del fondo de la lista, que su falta de mejora lo convertía probablemente en el peor candidato a lucirse, y eso lo motivaba. Si eso era cierto, y si se hacía posible su sueño de destronar a los mejores para conseguir un lugar entre ellos, todo eso tendría más valor.
Porque después de todo, al poner pie en tierra en las tierras colindantes a Uzushiogakure, sabía una cosa con decisión: este era su momento de tomarse revancha.
En el camino se había encontrado con habilidosos de su propia aldea, de su misma edad y generación, y con otros como lo era aquel Uchiha Akame. Un jounin con su edad, y el monje ahí, sin casi haber mejorado en el transcurso de un año. Se sentía fatal, se sentía menospreciado consigo mismo y todavía no entendía por qué se había subido a ese barco.
«Una segunda oportunidad...» era su excusa.
Contempló la pared de los interiores del barco que lo llevaba hacia destino durante todo el viaje sin querer ver el mar, sin perderse en su profundidad y en su triste y lejano horizonte casi nostálgico y melancólico. Su cabeza daba vueltas sin parar, en qué hacia allí, que iba a hacer, que tan mal le iba a ir. Pero como bien le habían enseñado, no podía bajar los brazos.
Él lo sabía bien, caerse era algo que estaba prohibido, si el progreso era lento al menos estaba con la conciencia tranquila de que no fue por su falta de dedicación. No llegaba siendo el mejor de los mejores, probablemente todos estarían por encima de él, pero eso nunca fue motivo para echarse atrás.
«¿Y si doy el batacazo?» ¿Y si se demostraba a si mismo ser más de lo que creía ser?
Seguramente habría gente conocida allí, tal vez incluso el mismo Riko con el que tenía deudas pendientes. Pero todos esos no importaban, esta vez no se dejaría afectar por miradas ajenas, esta vez solo sería él y él. Él y sus pensamientos, él y su determinación, él y la prueba que tendría delante.
Era verdad, no había mejorado técnicamente, pero su mentalidad había progresado. La experiencia adquiría un nuevo valor para Karamaru, un año de grandes experiencias y enseñanzas que lo habían hecho madurar. Un cambio de mente suficiente para entender que aquello era diferente, que lo debía de afrontar de forma diferente, que no importaba si estaba o no a la altura él tenía que hacer lo mejor.
¿Y si fracasaba? Poco mal gusto iba a tener sabiendo que había dado todo de sí, que se había podido ver las caras con gente superior. Porque si algo lo alentaba era saber que con gran seguridad él sería de los del fondo de la lista, que su falta de mejora lo convertía probablemente en el peor candidato a lucirse, y eso lo motivaba. Si eso era cierto, y si se hacía posible su sueño de destronar a los mejores para conseguir un lugar entre ellos, todo eso tendría más valor.
Porque después de todo, al poner pie en tierra en las tierras colindantes a Uzushiogakure, sabía una cosa con decisión: este era su momento de tomarse revancha.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘