3/07/2018, 16:21
Akame emergió de su cobertura con los brazos en guardia y le pulso temblándole. «¿Por qué estoy tan nervioso? ¡Joder! ¡Yo ya no tengo nada que ver con esta gente!» El jōnin temblaba como un flan, algo totalmente impropio de él, ante la sola idea de enfrentarse a su antigua maestra. De sobra sabía que Kunie era una kunoichi experta en multitud de campos, una serpiente letal cuyo veneno era capaz de matar sin que la víctima se percatase... Literal y metafóricamente. A medida que avanzaba con pasos lentos e inseguros hacia aquella mujer, más nervioso se ponía.
Kunie, por su parte, conservaba el semblante paciente de quien tiene todo bajo control. La propuesta de Datsue le hizo sonreír ligeramente; fue un gesto sumamente calculado, preciso, delicado. Sus labios se curvaron justamente lo que ella deseaba, ni más ni menos, con el fin de transmitir una confianza absoluta en su dominio de la situación.
—¿Ah, sí? Tengo una contraoferta, Datsue-kun —replicó con voz melosa—. El noble señor Iekatsu está preparado para partir y reunirse con sus ancestros, no sin antes haceros entrega del pergamino de misión debidamente sellado —miró a Akame, como si supiera que para él eso era lo más importante—. Tal y como yo lo veo, este tozudo y bruto renegado es lo único que se interpone entre vosotros y una medalla más de vuestro expediente.
»Así que, ¿qué os parece si elimináis a esta molestia y luego damos por finalizada vuestra noble tarea?
Datsue pudo sentir a Hida agitándose junto a él. No parecía nervioso ni asustado, más bien preparado. Sus ojos gélidos parecían cámaras panorámicas que observaban toda la situación, y gracias al Sharingan los muchachos podrían distinguir claramente una ligera contracción en los músculos motores de sus piernas.
—No la escuchéis, jóvenes —masculló el mercenario—. Su voz es pura ponzoña, veneno para los oídos. Los tres juntos tenemos la oportunidad de acabar con ella aquí y ahora... ¡Vamos!
Kunie, por su parte, conservaba el semblante paciente de quien tiene todo bajo control. La propuesta de Datsue le hizo sonreír ligeramente; fue un gesto sumamente calculado, preciso, delicado. Sus labios se curvaron justamente lo que ella deseaba, ni más ni menos, con el fin de transmitir una confianza absoluta en su dominio de la situación.
—¿Ah, sí? Tengo una contraoferta, Datsue-kun —replicó con voz melosa—. El noble señor Iekatsu está preparado para partir y reunirse con sus ancestros, no sin antes haceros entrega del pergamino de misión debidamente sellado —miró a Akame, como si supiera que para él eso era lo más importante—. Tal y como yo lo veo, este tozudo y bruto renegado es lo único que se interpone entre vosotros y una medalla más de vuestro expediente.
»Así que, ¿qué os parece si elimináis a esta molestia y luego damos por finalizada vuestra noble tarea?
Datsue pudo sentir a Hida agitándose junto a él. No parecía nervioso ni asustado, más bien preparado. Sus ojos gélidos parecían cámaras panorámicas que observaban toda la situación, y gracias al Sharingan los muchachos podrían distinguir claramente una ligera contracción en los músculos motores de sus piernas.
—No la escuchéis, jóvenes —masculló el mercenario—. Su voz es pura ponzoña, veneno para los oídos. Los tres juntos tenemos la oportunidad de acabar con ella aquí y ahora... ¡Vamos!