3/07/2018, 17:04
(Última modificación: 3/07/2018, 17:49 por Aotsuki Ayame.)
Había estado a punto de realizar una de sus técnicas acuáticas aprovechando los restos de las anteriores técnicas que habían quedado diseminadas por el campo de combate; sin embargo, se interrumpió en el momento en que vio que su contrincante desaparecía de repente su vista. Había utilizado un movimiento ultrarrápido en un intento de pillarla desprevenida, pero...
Alarmada, Ayame giró sobre sus talones mirando a su alrededor con cierta ansiedad. Pero el Tiburón no pensaba dejarle ni un momento de tregua, y los ojos de Ayame detectaron un brillo metálico en el aire. Un proyectil se dirigía hacia ella desde un lateral, dibujando una bonita parábola en el aire. La estrella chocó contra sus costillas, y Ayame esbozó una mueca de dolor cuando provocó una súbita explosión de agua en su torso, pero no se dejó achantar por aquel aguijonazo.
El sonido de un chapuzón por debajo de ella le indicó que Kaido se había sumergido en las aguas del lago.
—A ver qué haces ahora... —murmuró para sí, mientras entrelazaba las manos en varios sellos que culminaron en una palmada.
Y, cuando Kaido decidiera abandonar su escondite subacuático se encontraría con una peculiar escena. Porque la superficie de la plataforma de piedra de combate se extendía sobre su cabeza en todas direcciones. Los seis metros de lado se habían convertido en más de veinte, e incluso los pilares se habían ido multiplicando a su paso.
Alarmada, Ayame giró sobre sus talones mirando a su alrededor con cierta ansiedad. Pero el Tiburón no pensaba dejarle ni un momento de tregua, y los ojos de Ayame detectaron un brillo metálico en el aire. Un proyectil se dirigía hacia ella desde un lateral, dibujando una bonita parábola en el aire. La estrella chocó contra sus costillas, y Ayame esbozó una mueca de dolor cuando provocó una súbita explosión de agua en su torso, pero no se dejó achantar por aquel aguijonazo.
El sonido de un chapuzón por debajo de ella le indicó que Kaido se había sumergido en las aguas del lago.
—A ver qué haces ahora... —murmuró para sí, mientras entrelazaba las manos en varios sellos que culminaron en una palmada.
Y, cuando Kaido decidiera abandonar su escondite subacuático se encontraría con una peculiar escena. Porque la superficie de la plataforma de piedra de combate se extendía sobre su cabeza en todas direcciones. Los seis metros de lado se habían convertido en más de veinte, e incluso los pilares se habían ido multiplicando a su paso.