9/09/2015, 12:06
Después de escuchar atentamente las palabras del chico, suspiró abiertamente, alejándose de él mientras se restregaba los ojos con sus manos. Tenía la cara roja y un extraño hipo había aparecido. Miró al perro que se encontraba ahora gruñendo a un trozo de comida que se había salido de donde los había puesto la chica y sonrió, no tenía remedio.
-No sé qué hacer con él. - Manifestó sus pensamientos, cruzó sus brazos y pasó una de sus piernas por encima de la otra, sin quitar ojo al can. Mike era una bola de pelo, literal, era muy pequeño, no llegaría al año quizá, pero el pelo del perro era muy largo, así que debería cortarlo, además, un perro no era tan fácil de mantener, pero gracias a la herencia que le dejó Genza no tendría mucho problema, también podría dejarlo a su vecina, la mujer que hace pasteles en su barrio, cuando se fuera de misión, ya que le encantan los perros...
Negó con la cabeza, estaba comenzando a pensar en quedárselo ella misma, y no quería, pero en el fondo sabía que se quedaría con el perro si nadie llegaba y reclamaba que era de su propiedad. Mike dejó de comer cuando no encontró ninguna porción más de su comida y corrió a las piernas de Eri, restregándose contra ella para limpiarse. La chica negó con la cabeza y tomó al perro entre sus brazos, acunándole mientras lo acariciaba.
-Crees... ¿Que debería quedármelo en serio? - Miró a Nabi, buscando una respuesta en sus ojos azabaches, sin embargo dejó la pregunta en el aire cuando fue a observar cómo iba la sopa. Los fideos ya estaban completamente cocinados, así que solo necesitaba unir el caldo de pollo que estaba haciendo (sabiendo que era el favorito del Uchiha). Sirvió dos platos y los acercó a la mesa donde se encontraba Nabi, luego trajo la bebida que encontró en la nevera y se sentó a su lado.
Mordió su labio, en su cabeza, a parte del problema del perro, (que acababa de tumbarse frente a la puerta), quería preguntarle acerca de la cicatriz de la espalda, pero no sabía como... Se puso tan nerviosa que comenzó a sangrarle el labio.
-¡Mierda! - Dijo levantándose de nuevo, buscando cualquier cosa con la que limpiarse la sangre. Luego miró al Uchiha que la observaba desde el sofá, y suspiró, mejor ahora que nunca. -Nabi-kun... ¿Qué es lo que tienes en la espalda? - Sin más tapujos, preguntó, con la servilleta en los labios.
-No sé qué hacer con él. - Manifestó sus pensamientos, cruzó sus brazos y pasó una de sus piernas por encima de la otra, sin quitar ojo al can. Mike era una bola de pelo, literal, era muy pequeño, no llegaría al año quizá, pero el pelo del perro era muy largo, así que debería cortarlo, además, un perro no era tan fácil de mantener, pero gracias a la herencia que le dejó Genza no tendría mucho problema, también podría dejarlo a su vecina, la mujer que hace pasteles en su barrio, cuando se fuera de misión, ya que le encantan los perros...
Negó con la cabeza, estaba comenzando a pensar en quedárselo ella misma, y no quería, pero en el fondo sabía que se quedaría con el perro si nadie llegaba y reclamaba que era de su propiedad. Mike dejó de comer cuando no encontró ninguna porción más de su comida y corrió a las piernas de Eri, restregándose contra ella para limpiarse. La chica negó con la cabeza y tomó al perro entre sus brazos, acunándole mientras lo acariciaba.
-Crees... ¿Que debería quedármelo en serio? - Miró a Nabi, buscando una respuesta en sus ojos azabaches, sin embargo dejó la pregunta en el aire cuando fue a observar cómo iba la sopa. Los fideos ya estaban completamente cocinados, así que solo necesitaba unir el caldo de pollo que estaba haciendo (sabiendo que era el favorito del Uchiha). Sirvió dos platos y los acercó a la mesa donde se encontraba Nabi, luego trajo la bebida que encontró en la nevera y se sentó a su lado.
Mordió su labio, en su cabeza, a parte del problema del perro, (que acababa de tumbarse frente a la puerta), quería preguntarle acerca de la cicatriz de la espalda, pero no sabía como... Se puso tan nerviosa que comenzó a sangrarle el labio.
-¡Mierda! - Dijo levantándose de nuevo, buscando cualquier cosa con la que limpiarse la sangre. Luego miró al Uchiha que la observaba desde el sofá, y suspiró, mejor ahora que nunca. -Nabi-kun... ¿Qué es lo que tienes en la espalda? - Sin más tapujos, preguntó, con la servilleta en los labios.