4/07/2018, 16:19
Cuando Datsue introdujo a la dama Tome en su Genjutsu, se sintió sumamente extraño. Era como si, a pesar de que aquella estrategia les había salido bien decenas de veces, algo dentro de él le estuviese diciendo que no iba a funcionar. Trató de someter a aquella misteriosa mujer con el poder del Saimingan, pero en su lugar sus oídos se llenaron de las carcajadas femeninas mientras toda la ilusión que había construído se venía abajo como un castillo de naipes.
—¡Por favor, Datsue! Ahorrémonos este tipo de situaciones, no me gustaría dejarte en evidencia delante de un público tan prestigioso —exclamó ella, separando las manos que momentos antes habían formado el sello del Carnero—. Todavía tienes mucho que aprender acerca del arte del Genjutsu.
Akame, mientras tanto, se había mantenido inmóvil y con la mirada intercalada entre Kunie y el mercenario Kaguya. Hida parecía visiblemente más tenso desde que la dama del señor Iekatsu les había hecho su particular contraoferta, y Akame no se fiaba en absoluto de él. No por nada habían estado enfrentados en varias ocasiones durante el último año.
—¡Datsue-kun, ella tiene razón! —gritó, llamando la atención de su Hermano—. Nuestra misión era proteger al señor Iekatsu hasta llegar a este lugar, nada más. Y, ¿en serio te fías de este... Asesino? —escupió.
Hida soltó una carcajada seca que para nada sonaba divertida, sino más bien como el bufido de advertencia de un toro enfurecido.
—¿Asesino? ¡Por las Siete Fortunas, menudo hijo de puta estás hecho! Que no se te olvide que tú eres el único que tiene las manos manchadas de sangre, Uchiha —replicó el Kaguya—. Ni siquiera pudimos encontrar los restos del muchacho que torturaste hasta la muerte en Tane-Shigai.
El Uchiha apretó los puños con fuerza.
—Datsue-kun, tenemos que cumplir con nuestra misión. Acabemos con este perro de una vez por todas.
—¡Por favor, Datsue! Ahorrémonos este tipo de situaciones, no me gustaría dejarte en evidencia delante de un público tan prestigioso —exclamó ella, separando las manos que momentos antes habían formado el sello del Carnero—. Todavía tienes mucho que aprender acerca del arte del Genjutsu.
Akame, mientras tanto, se había mantenido inmóvil y con la mirada intercalada entre Kunie y el mercenario Kaguya. Hida parecía visiblemente más tenso desde que la dama del señor Iekatsu les había hecho su particular contraoferta, y Akame no se fiaba en absoluto de él. No por nada habían estado enfrentados en varias ocasiones durante el último año.
—¡Datsue-kun, ella tiene razón! —gritó, llamando la atención de su Hermano—. Nuestra misión era proteger al señor Iekatsu hasta llegar a este lugar, nada más. Y, ¿en serio te fías de este... Asesino? —escupió.
Hida soltó una carcajada seca que para nada sonaba divertida, sino más bien como el bufido de advertencia de un toro enfurecido.
—¿Asesino? ¡Por las Siete Fortunas, menudo hijo de puta estás hecho! Que no se te olvide que tú eres el único que tiene las manos manchadas de sangre, Uchiha —replicó el Kaguya—. Ni siquiera pudimos encontrar los restos del muchacho que torturaste hasta la muerte en Tane-Shigai.
El Uchiha apretó los puños con fuerza.
—Datsue-kun, tenemos que cumplir con nuestra misión. Acabemos con este perro de una vez por todas.