5/07/2018, 14:30
La joven se había preocupado: quizás alguien se había colado sin permiso aprovechando la ausencia de Eshima; eso es lo que había barajado, entre otras posibilidades. Pero no, era una jugarreta, una broma pesada. Otra más que añadir a la lista. Ese extraño sonido que entremezclaba júbilo y pánico —por paradójico que fuese— sumado a los acelerados movimientos en el interior de la vivienda no pasaron desapercibidos.
En primera instancia, Karma se estremeció con fuerza, hasta dejó escapar un quejido lastimero. El agua estaba congelada y le había dado de lleno en la cabeza, el centro neurálgico de la consciencia y el pensamiento. Suerte tuvo de que el caldero no se le cayese encima también.
Al menos aquello le enfrió las ideas. Segundos más tarde los engranajes mentales de la genin empezaron a girar y comprendió lo que había ocurrido. Solo se había empapado la cabeza y el cabello, pero secarse el cabello era mucho más atareado que secarse el cuerpo. Suspiró con pesadez. La compra y el libro estaban a salvo, que era lo importante. «Nota mental: tan pronto aprenda a utilizar una técnica de clonación, mandar SIEMPRE a un clon como avanzadilla antes de asomar la cabeza en situaciones sospechosas», se dijo, molesta.
Debía de haber sido Ringo. ¿Es que ese niño nunca aprendía? ¿Estaba dispuesto a hacerle la misión un suplicio hasta el fin? «Debería de dejarlo sin cena, joder». Pasó al interior y cerró la puerta tras de sí con mala leche, pegando un sonoro portazo.
Karma entró en la casa. Iba chorreando, agua discurriendo por su faz, precipitándose desde su violácea melena. Dejó la bolsa en el suelo de la entrada, a un lado. Subió las escaleras, pero no buscando al culpable, si no el baño. Necesitaba una toalla con la que secarse, o iba a ir dejando agua por todo el lugar.
En primera instancia, Karma se estremeció con fuerza, hasta dejó escapar un quejido lastimero. El agua estaba congelada y le había dado de lleno en la cabeza, el centro neurálgico de la consciencia y el pensamiento. Suerte tuvo de que el caldero no se le cayese encima también.
Al menos aquello le enfrió las ideas. Segundos más tarde los engranajes mentales de la genin empezaron a girar y comprendió lo que había ocurrido. Solo se había empapado la cabeza y el cabello, pero secarse el cabello era mucho más atareado que secarse el cuerpo. Suspiró con pesadez. La compra y el libro estaban a salvo, que era lo importante. «Nota mental: tan pronto aprenda a utilizar una técnica de clonación, mandar SIEMPRE a un clon como avanzadilla antes de asomar la cabeza en situaciones sospechosas», se dijo, molesta.
Debía de haber sido Ringo. ¿Es que ese niño nunca aprendía? ¿Estaba dispuesto a hacerle la misión un suplicio hasta el fin? «Debería de dejarlo sin cena, joder». Pasó al interior y cerró la puerta tras de sí con mala leche, pegando un sonoro portazo.
Karma entró en la casa. Iba chorreando, agua discurriendo por su faz, precipitándose desde su violácea melena. Dejó la bolsa en el suelo de la entrada, a un lado. Subió las escaleras, pero no buscando al culpable, si no el baño. Necesitaba una toalla con la que secarse, o iba a ir dejando agua por todo el lugar.