15/07/2018, 16:18
(Última modificación: 15/07/2018, 16:18 por Amedama Daruu.)
Datsue imitó a Daruu y se levantó. Por un momento, el amejin pensó que al final Datsue no le diría nada. Que había saciado su curiosidad y ahora sólo intentaba marcharse de allí. Dejarle con la duda. Daruu frunció el ceño. Y entonces, Datsue habló:
Aiko se había metido entre una discusión de genin a chuunin. Un asunto en el que poco o nada tenía que hacer. Daruu conocía poco a Aiko, pero lo que sí conocía era su descaro, que no había disimulado durante el Torneo de los Dojos. De modo que no le extrañó. Lo que si le extrañó fue la actuación de Yui, de su kage. Porque, a pesar de que la kunoichi hubiera decidido volver a la Academia en lugar de disculparse, jamás hubiera hecho algo así. No era concebible para él. No lo era.
Daruu negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Ahora te entiendo del todo. Ahora sí —dijo—. Pero también te digo una cosa: dudo que Arashikage-sama hiciese algo así si Aiko aceptaba el castigo de volver a la Academia. No, tuvo que hacer algo más. Tuvo que sobrepasar un límite. Y a Yui... no parece que le guste que sus subordinados crucen tantos límites.
Cayó un momento, imaginándose la rabia que debía estar sintiendo Datsue, que transpiraba en sus puños, cerrados tan fuerte como las garras de un halcón. Un halcón que sujetase el cuello de su kage.
Entonces se preguntó cosas. ¿Hasta qué punto estar hablando de esto ya era una traición misma? ¿Qué sucedería si Yui se enterase de todo aquello? «¿Acabaría yo en el fondo del lago, como Watasashi Aiko?»
«¿Lo que voy a hacer ahora está bien?»
—¿Sabes que ayudarte a liberar a Aiko del lago me convertiría automáticamente en un traidor a Amegakure, verdad? —dijo Daruu—. Haríamos bien en no comunicar el contenido de esta conversación a nadie, ¿eh? ¿A Akame, por ejemplo?
Entrecerró los ojos.
—De modo que sabiendo el riesgo que supondría simplemente ayudarte a hacer algo para mi cabeza, entenderás que si quiero echarte una mano, y quiero, tendrá que ser con prudencia. Y te tendré que pedir que ceses cualquier intento de venganza contra Yui-sama, o contra cualquier ninja de mi aldea.
»De otro modo, tendría que matarte. O delatarte. Y en este terreno, juego con ventaja. —Bajó su mirada y la clavó en el pecho de Datsue, cauto. Ahora estaban haciendo malabares con cuchillos.
Aiko se había metido entre una discusión de genin a chuunin. Un asunto en el que poco o nada tenía que hacer. Daruu conocía poco a Aiko, pero lo que sí conocía era su descaro, que no había disimulado durante el Torneo de los Dojos. De modo que no le extrañó. Lo que si le extrañó fue la actuación de Yui, de su kage. Porque, a pesar de que la kunoichi hubiera decidido volver a la Academia en lugar de disculparse, jamás hubiera hecho algo así. No era concebible para él. No lo era.
Daruu negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Ahora te entiendo del todo. Ahora sí —dijo—. Pero también te digo una cosa: dudo que Arashikage-sama hiciese algo así si Aiko aceptaba el castigo de volver a la Academia. No, tuvo que hacer algo más. Tuvo que sobrepasar un límite. Y a Yui... no parece que le guste que sus subordinados crucen tantos límites.
Cayó un momento, imaginándose la rabia que debía estar sintiendo Datsue, que transpiraba en sus puños, cerrados tan fuerte como las garras de un halcón. Un halcón que sujetase el cuello de su kage.
Entonces se preguntó cosas. ¿Hasta qué punto estar hablando de esto ya era una traición misma? ¿Qué sucedería si Yui se enterase de todo aquello? «¿Acabaría yo en el fondo del lago, como Watasashi Aiko?»
«¿Lo que voy a hacer ahora está bien?»
—¿Sabes que ayudarte a liberar a Aiko del lago me convertiría automáticamente en un traidor a Amegakure, verdad? —dijo Daruu—. Haríamos bien en no comunicar el contenido de esta conversación a nadie, ¿eh? ¿A Akame, por ejemplo?
Entrecerró los ojos.
—De modo que sabiendo el riesgo que supondría simplemente ayudarte a hacer algo para mi cabeza, entenderás que si quiero echarte una mano, y quiero, tendrá que ser con prudencia. Y te tendré que pedir que ceses cualquier intento de venganza contra Yui-sama, o contra cualquier ninja de mi aldea.
»De otro modo, tendría que matarte. O delatarte. Y en este terreno, juego con ventaja. —Bajó su mirada y la clavó en el pecho de Datsue, cauto. Ahora estaban haciendo malabares con cuchillos.