16/07/2018, 17:09
Karma quedó impresionada con los rígidos métodos de bronceado de los que Ringo hacía gala. La muchacha consideró que podría llegar a ser un buen instructor, si no tuviera la cabeza tan llena de pájaros. Quizás los años y la experiencia irían puliendo esas faltas. En cualquiera de los casos, la pelivioleta obedeció con religiosidad las indicaciones ajenas. No estaba interesada en el bronceado, su palidez siempre le había resultado aceptable, pero tampoco quería ser un muermo y quedarse todo el tiempo sobre la toalla sin hacer nada.
Cuando llegó el mediodía la sesión de bronceado quedó interrumpida a favor de unos granizados. Karma también tomó uno, de melón. Acto seguido retornaron a su pequeña parcela en la playa y Ringo sugirió jugar a las cartas, a lo que la kunoichi aceptó de buena gana. La genin salió victoriosa de la mayoría de partidas; según el zagal, la había dejado ganar porque era un caballero. Karma se lo creyó, ¿cómo si no iba a ganar tanto?
Más tarde, tras una última excursión acuática que dejó a la fémina machacada tras tanto nadar, la relajación conspiró junto a la ya mencionada fatiga en pos de cumplir los temores anteriormente expresados por Karma y la joven quedó noqueada. Se despertó asustada, esperando que su piel estuviese quemada. Para su alivio, no era así. El protector solar hizo su trabajo a las mil maravillas, perdonando a los jóvenes ese desliz.
Tras un día poco común para la Kojima, había llegado la hora de retornar a la hacienda de los Yoshikawa. Cargaron con los enseres y abandonaron las inmediaciones en dirección a las calles de la villa.
A lo largo del camino Karma pudo comprobar que la curiosidad de Ringo todavía no había sido saciada. Quizás podría rivalizar con la suya propia.
—No ha estado mal. Mejor que estar yendo de arriba a abajo haciendo recados —afirmó—. ¿Por qué me convertí en ninja? Bueno... —se quedó callada—. Ahora que lo preguntas... el motivo es bastante estúpido. Hacía años que no reflexionaba sobre ello, de hecho. Me enrolé en la academia porque... quería impresionar a mi padre. Una elección de vida precipitada y tonta, desde luego. Pero ahora no quiero dar marcha atrás. Ser ninja médico me gusta, supongo. ¿Y tú, Ringo-san?
Cuando llegó el mediodía la sesión de bronceado quedó interrumpida a favor de unos granizados. Karma también tomó uno, de melón. Acto seguido retornaron a su pequeña parcela en la playa y Ringo sugirió jugar a las cartas, a lo que la kunoichi aceptó de buena gana. La genin salió victoriosa de la mayoría de partidas; según el zagal, la había dejado ganar porque era un caballero. Karma se lo creyó, ¿cómo si no iba a ganar tanto?
Más tarde, tras una última excursión acuática que dejó a la fémina machacada tras tanto nadar, la relajación conspiró junto a la ya mencionada fatiga en pos de cumplir los temores anteriormente expresados por Karma y la joven quedó noqueada. Se despertó asustada, esperando que su piel estuviese quemada. Para su alivio, no era así. El protector solar hizo su trabajo a las mil maravillas, perdonando a los jóvenes ese desliz.
Tras un día poco común para la Kojima, había llegado la hora de retornar a la hacienda de los Yoshikawa. Cargaron con los enseres y abandonaron las inmediaciones en dirección a las calles de la villa.
A lo largo del camino Karma pudo comprobar que la curiosidad de Ringo todavía no había sido saciada. Quizás podría rivalizar con la suya propia.
—No ha estado mal. Mejor que estar yendo de arriba a abajo haciendo recados —afirmó—. ¿Por qué me convertí en ninja? Bueno... —se quedó callada—. Ahora que lo preguntas... el motivo es bastante estúpido. Hacía años que no reflexionaba sobre ello, de hecho. Me enrolé en la academia porque... quería impresionar a mi padre. Una elección de vida precipitada y tonta, desde luego. Pero ahora no quiero dar marcha atrás. Ser ninja médico me gusta, supongo. ¿Y tú, Ringo-san?