17/07/2018, 17:33
Kunie —o Tome, como la conocía Datsue— ensanchó la sonrisa de su rostro, sólo para luego tornarla en una mueca sumamente seria. Sus ojos parecían taladrar al joven Uchiha.
—¿Qué diferencia haría? —replicó, con el tono de voz severo de una profesora inflexible a la que su alumno le acabase de hacer una pregunta de lo más estúpida—. Bebe.
No era una orden, pero la autoridad que era capaz de proyectar aquella mujer cuando se lo proponía se hizo más que evidente. Ella misma le dio un pequeño sorbo a su propia taza.
—Has recorrido un largo camino, Datsue. Queda poco en ti de aquel niño egoísta e infantil que sólo se preocupaba de ganar dinero para pagar las deudas de su familia. Un propósito noble —comenzó Kunie, de repente—. Y Akame-chan —la mujer hizo especial hincapié en aquel sufijo, sonriendo— ha estado a tu lado durante todo este tiempo. ¿Sabes? Me resulta curioso...
Kunie dejó la taza junto a la bandeja del juego de té y cerró los ojos, dejando reposar sus manos sobre la mesa.
—Lo fácil que es apegarse a alguien sabiendo tan poco de esa persona. Los humanos tenemos ese defecto, desgraciadamente —añadió luego, volviendo a fijar su mirada en Datsue—. ¿Nunca te has planteado cuánto, o mejor dicho, qué poco sabes de tu Hermano?
—¿Qué diferencia haría? —replicó, con el tono de voz severo de una profesora inflexible a la que su alumno le acabase de hacer una pregunta de lo más estúpida—. Bebe.
No era una orden, pero la autoridad que era capaz de proyectar aquella mujer cuando se lo proponía se hizo más que evidente. Ella misma le dio un pequeño sorbo a su propia taza.
—Has recorrido un largo camino, Datsue. Queda poco en ti de aquel niño egoísta e infantil que sólo se preocupaba de ganar dinero para pagar las deudas de su familia. Un propósito noble —comenzó Kunie, de repente—. Y Akame-chan —la mujer hizo especial hincapié en aquel sufijo, sonriendo— ha estado a tu lado durante todo este tiempo. ¿Sabes? Me resulta curioso...
Kunie dejó la taza junto a la bandeja del juego de té y cerró los ojos, dejando reposar sus manos sobre la mesa.
—Lo fácil que es apegarse a alguien sabiendo tan poco de esa persona. Los humanos tenemos ese defecto, desgraciadamente —añadió luego, volviendo a fijar su mirada en Datsue—. ¿Nunca te has planteado cuánto, o mejor dicho, qué poco sabes de tu Hermano?