17/07/2018, 21:02
(Última modificación: 17/07/2018, 21:03 por Uchiha Akame.)
Más preguntas. Al fin y al cabo, ¿quién podía culpar al joven Datsue? A ojos de Kunie, bastante estoico estaba siendo. Ella era una maestra exigente pero comprensiva, después de todo, de modo que decidió darle algo de cuartel y le dejó desahogarse durante unos breves momentos hasta que notó un pinchazo en la parte anterior del cráneo. «Los otros dos se están resistiendo con todas sus fuerzas... No nos queda mucho tiempo», dedujo rápidamente la kunoichi.
—¿Y hasta que esté preparado? ¿Para qué? ¿Para traicionarnos a todos? —inquirió Datsue, fuera de sí.
Kunie volvió a sonreír, y esta vez la más pura anticipación se vio reflejada en su rostro.
—Para cambiar el mundo, claro.
Luego el Uchiha lanzó otra batería de preguntas, pero Kunie era consciente de que había perdido ya demasiado tiempo. Tenía que darse prisa.
—Ni Ame, ni Kusa, ni nada que se le parezca. ¿Quieres saber la verdad? —preguntó la mujer, y sus ojos dorados se clavaron en los de Datsue—. Trabajo para el pobre, el paria, el campesino, el ignorante, el analfabeto, la prostituta...
Entonces se puso en pie, y urgió a Datsue a hacer lo mismo. La sala comenzó a temblar, aunque de momento lo hacía de forma muy leve.
—En cuanto a Akame... Él es una herramienta. Una que yo construí para asaltar los mismísimos cielos —aseguró, sin un ápice de duda en su voz o en su mirada—. Ahora debes marcharte, y nunca, bajo ningún concepto, hablar de lo que ha sucedido aquí con nadie más. ¿Lo has entendido?
La lamparita del techo volvió a parpadear.
—¿Y hasta que esté preparado? ¿Para qué? ¿Para traicionarnos a todos? —inquirió Datsue, fuera de sí.
Kunie volvió a sonreír, y esta vez la más pura anticipación se vio reflejada en su rostro.
—Para cambiar el mundo, claro.
Luego el Uchiha lanzó otra batería de preguntas, pero Kunie era consciente de que había perdido ya demasiado tiempo. Tenía que darse prisa.
—Ni Ame, ni Kusa, ni nada que se le parezca. ¿Quieres saber la verdad? —preguntó la mujer, y sus ojos dorados se clavaron en los de Datsue—. Trabajo para el pobre, el paria, el campesino, el ignorante, el analfabeto, la prostituta...
Entonces se puso en pie, y urgió a Datsue a hacer lo mismo. La sala comenzó a temblar, aunque de momento lo hacía de forma muy leve.
—En cuanto a Akame... Él es una herramienta. Una que yo construí para asaltar los mismísimos cielos —aseguró, sin un ápice de duda en su voz o en su mirada—. Ahora debes marcharte, y nunca, bajo ningún concepto, hablar de lo que ha sucedido aquí con nadie más. ¿Lo has entendido?
La lamparita del techo volvió a parpadear.