17/07/2018, 22:04
—No hace falta que creas en mi causa —agregó Kunie, como si hubiera podido leer la duda en el rostro del joven ninja—. Sólo que protejas a Akame-chan hasta que llegue el momento.
La sala empezó a temblar entonces violentamente, y la luz de la lámpara parpadeó con fuerza. Kunie se dirigió una última vez a Datsue sin apartar la mirada de sus ojos.
—Akame tiene implantado un Fuuinjutsu de mi propia manufactura que, bajo ciertas condiciones, hará que su corazón se detenga irremediablemente —aseveró, y todo en su voz y su expresión corporal parecían indicar que hablaba realmente en serio—. Si se te ocurre compartir la información que te acabo de revelar con alguien más, él muere. Estoy segura de que comprendes que no voy de farol —luego calló un momento, reflexionó, y agregó algo más—. Soy consciente de que eres habilidoso con las técnicas de sellado, pero ni se te ocurra intentarlo. Es un Hakke no Fuuin Shiki, y el único que conoce la clave, aparte de mí, es Akame. Si intentas romperlo...
Dejó la frase a medio terminar, consciente de que Datsue era lo bastante inteligente como para imaginarse el resto; nada bueno le sucedería a su Hermano si intentaba liberarle de aquel sellado.
Un fortísimo temblor sacudió la sala, y las paredes de papel de arroz empezaron a derrumbarse. Kunie le lanzó una última mirada a Datsue antes de que ambos fueran succionados de nuevo hacia el mundo real.
Akame parpadeó varias veces, confuso. Se sentía extremadamente pesado y somnoliento, como si acabara de despertarse de una siesta larguísima. Sus ojos tardaron un poco en volver a acostumbrarse a la escasa luz ambiente, y el joven jōnin se incorporó de la pared en la que se había quedado echado justo a tiempo para...
—¡Yaaaargh!
Una figura corpulenta se abalanzó sobre él con gran violencia, empujándole de nuevo contra la pared. Akame vio un destello plateado dirigirse hacia su garganta y sintió entonces el peso de su propia espada en las manos. Con un movimiento tan rápido como instintivo, interpuso su propio acero entre el del enemigo y su gaznate.
—¿Qué dem...? —masculló, todavía confuso.
Reconoció entonces el rostro deformado por las cicatrices que tenía ante sí, y la adrenalina volvió a fluir por sus venas. Trató de empujar para liberarse de aquel cepo mortal que era el tantō de Hida y la pared destrozada de la sala, pero la fuerza del mercenario era simplemente superior.
La hoja de su arma se acercaba peligrosamente al cuello de Akame...
Datsue, mientras tanto, despertaría de su particular sueño exactamente en la misma posición en la que Kunie le había cazado con su Genjutsu. Vería entonces, a unos cuantos pasos de él, el cadáver descabezado del señor Iekatsu. El cuerpo sin vida estaba tirado en el suelo, con un preciso corte en el cuello que había separado su cabeza del resto con precisión quirúrjica. Su wakizashi estaba junto a su mano derecha, medio agarrotada, y su espada descansaba un poco más allá... Sobre un charco de sangre.
La cabeza del viejo señor, con su rostro exhibiendo la inexpresividad que sólo la muerte puede dar, había rodado hasta un par de pasos de distancia.
Mientras, al otro lado, el forcejeo entre Hida y Akame continuaba.
La sala empezó a temblar entonces violentamente, y la luz de la lámpara parpadeó con fuerza. Kunie se dirigió una última vez a Datsue sin apartar la mirada de sus ojos.
—Akame tiene implantado un Fuuinjutsu de mi propia manufactura que, bajo ciertas condiciones, hará que su corazón se detenga irremediablemente —aseveró, y todo en su voz y su expresión corporal parecían indicar que hablaba realmente en serio—. Si se te ocurre compartir la información que te acabo de revelar con alguien más, él muere. Estoy segura de que comprendes que no voy de farol —luego calló un momento, reflexionó, y agregó algo más—. Soy consciente de que eres habilidoso con las técnicas de sellado, pero ni se te ocurra intentarlo. Es un Hakke no Fuuin Shiki, y el único que conoce la clave, aparte de mí, es Akame. Si intentas romperlo...
Dejó la frase a medio terminar, consciente de que Datsue era lo bastante inteligente como para imaginarse el resto; nada bueno le sucedería a su Hermano si intentaba liberarle de aquel sellado.
Un fortísimo temblor sacudió la sala, y las paredes de papel de arroz empezaron a derrumbarse. Kunie le lanzó una última mirada a Datsue antes de que ambos fueran succionados de nuevo hacia el mundo real.
—
Akame parpadeó varias veces, confuso. Se sentía extremadamente pesado y somnoliento, como si acabara de despertarse de una siesta larguísima. Sus ojos tardaron un poco en volver a acostumbrarse a la escasa luz ambiente, y el joven jōnin se incorporó de la pared en la que se había quedado echado justo a tiempo para...
—¡Yaaaargh!
Una figura corpulenta se abalanzó sobre él con gran violencia, empujándole de nuevo contra la pared. Akame vio un destello plateado dirigirse hacia su garganta y sintió entonces el peso de su propia espada en las manos. Con un movimiento tan rápido como instintivo, interpuso su propio acero entre el del enemigo y su gaznate.
—¿Qué dem...? —masculló, todavía confuso.
Reconoció entonces el rostro deformado por las cicatrices que tenía ante sí, y la adrenalina volvió a fluir por sus venas. Trató de empujar para liberarse de aquel cepo mortal que era el tantō de Hida y la pared destrozada de la sala, pero la fuerza del mercenario era simplemente superior.
La hoja de su arma se acercaba peligrosamente al cuello de Akame...
Datsue, mientras tanto, despertaría de su particular sueño exactamente en la misma posición en la que Kunie le había cazado con su Genjutsu. Vería entonces, a unos cuantos pasos de él, el cadáver descabezado del señor Iekatsu. El cuerpo sin vida estaba tirado en el suelo, con un preciso corte en el cuello que había separado su cabeza del resto con precisión quirúrjica. Su wakizashi estaba junto a su mano derecha, medio agarrotada, y su espada descansaba un poco más allá... Sobre un charco de sangre.
La cabeza del viejo señor, con su rostro exhibiendo la inexpresividad que sólo la muerte puede dar, había rodado hasta un par de pasos de distancia.
Mientras, al otro lado, el forcejeo entre Hida y Akame continuaba.