19/07/2018, 16:25
Datsue sólo obtuvo una sonrisa maliciosa como respuesta a su petición antes de ser succionado de vuelta al mundo real.
Una vez en total control de sus facultades físicas y mentales, el joven Uchiha activó el sello que había colocado a traición sobre el mercenario Kaguya; el momento no pudo ser mejor.
Justo cuando el tantō de Hida ya estaba rozando la nuez de Akame —como atestiguaba un finísimo hilillo de sangre que había empezado a caerle por el cuello—, el Uchiha pudo notar cómo su enemigo se quedaba totalmente rígido e inmóvil. La fuerza opresiva que había estado utilizando hasta hacía unos instantes para aplastarle contra la pared e intentar degollarle desapareció en un suspiro; y Akame lo entendió nada más ver la ristra de complicados hexagramas que recorrían la piel del mercenario.
—Jódete, perro —masculló el joven jōnin, liberándose de su comprometida posición con un empujón.
Tentado estuvo de liarse a patadas y puñetazos con el Kaguya, pero luego recordó que probablemente cualquier daño externo anularía la parálisis del sello de Datsue, y se contuvo. Alzó la vista hacia su Hermano al tiempo que enfundaba la espada y examinaba los alrededores; «el viejo señor está muerto y no parece haber rastro de Kunie-sensei... ¿Qué demonios ocurrió?»
—¡Compadre! ¿Estás bien? —quiso saber Akame, acercándose a su compañero—. Joder, gracias por esa. Me has salvado el cuello... Literal y metafóricamente.
Una vez en total control de sus facultades físicas y mentales, el joven Uchiha activó el sello que había colocado a traición sobre el mercenario Kaguya; el momento no pudo ser mejor.
Justo cuando el tantō de Hida ya estaba rozando la nuez de Akame —como atestiguaba un finísimo hilillo de sangre que había empezado a caerle por el cuello—, el Uchiha pudo notar cómo su enemigo se quedaba totalmente rígido e inmóvil. La fuerza opresiva que había estado utilizando hasta hacía unos instantes para aplastarle contra la pared e intentar degollarle desapareció en un suspiro; y Akame lo entendió nada más ver la ristra de complicados hexagramas que recorrían la piel del mercenario.
—Jódete, perro —masculló el joven jōnin, liberándose de su comprometida posición con un empujón.
Tentado estuvo de liarse a patadas y puñetazos con el Kaguya, pero luego recordó que probablemente cualquier daño externo anularía la parálisis del sello de Datsue, y se contuvo. Alzó la vista hacia su Hermano al tiempo que enfundaba la espada y examinaba los alrededores; «el viejo señor está muerto y no parece haber rastro de Kunie-sensei... ¿Qué demonios ocurrió?»
—¡Compadre! ¿Estás bien? —quiso saber Akame, acercándose a su compañero—. Joder, gracias por esa. Me has salvado el cuello... Literal y metafóricamente.