19/07/2018, 17:23
Akame arrugó el ceño ante la actitud de su Hermano. Había vivido situaciones peliagudas junto a Datsue antes y no era precisamente una persona que perdiese los estribos o se dejase llevar por el momento; pero aquella actitud ausente tampoco le encajaba.
El jōnin se encogió levemente de hombros y tomó las esposas que le ofrecía su compañero. Luego se dio media vuelta, caminó unos cuantos pasos y se agachó junto al mercenario, todavía paralizado. Akame apretó los dientes mientras le colocaba aquellos grilletes supresores de chakra a su enemigo, asegurándose de apretárselos al máximo en las muñecas.
—Ya te lo dije, Cicatrices. Hoy es el día en que te mueres —masculló el Uchiha—. Aunque no sin antes responderme a unas cuantas preguntas.
Datsue, por su parte, se agachó junto al cadáver todavía caliente del viejo señor Iekatsu. No tuvo que rebuscar demasiado entre sus ropas antes de que un objeto esférico del tamaño del puño de un bebé cayese rodando desde uno de los pliegues interiores de su hakama; la gema. Sin embargo, el joven Uchiha podría apreciar que ya no era de color violáceo translúcido, ni emitía aquel tenue brillo tan misterioso... Sino que era totalmente plana y de color blanco, como de marfil.
Entonces, los tres ninjas pudieron escuchar unos pasos que se acercaban entre las ruinas, acompañados de unas voces todavía demasiado distantes.
—¡Por aquí! ¡Es por aquí! ¡Vamos, muchachos!
El jōnin se encogió levemente de hombros y tomó las esposas que le ofrecía su compañero. Luego se dio media vuelta, caminó unos cuantos pasos y se agachó junto al mercenario, todavía paralizado. Akame apretó los dientes mientras le colocaba aquellos grilletes supresores de chakra a su enemigo, asegurándose de apretárselos al máximo en las muñecas.
—Ya te lo dije, Cicatrices. Hoy es el día en que te mueres —masculló el Uchiha—. Aunque no sin antes responderme a unas cuantas preguntas.
Datsue, por su parte, se agachó junto al cadáver todavía caliente del viejo señor Iekatsu. No tuvo que rebuscar demasiado entre sus ropas antes de que un objeto esférico del tamaño del puño de un bebé cayese rodando desde uno de los pliegues interiores de su hakama; la gema. Sin embargo, el joven Uchiha podría apreciar que ya no era de color violáceo translúcido, ni emitía aquel tenue brillo tan misterioso... Sino que era totalmente plana y de color blanco, como de marfil.
Entonces, los tres ninjas pudieron escuchar unos pasos que se acercaban entre las ruinas, acompañados de unas voces todavía demasiado distantes.
—¡Por aquí! ¡Es por aquí! ¡Vamos, muchachos!