23/07/2018, 16:25
Datsue tiró de algunos hilos y tocó determinadas teclas, con esperanza de que a aquellos hombres embutidos en ornamentadas armaduras se les ablandase el ímpetu y cedieran ante su manipulación... Sin embargo, pronto el jōnin podría darse cuenta de que había errado el tiro; aquellos eran soldados veteranos, no muchachos que recién comenzaban su andadura militar. El cuarteto de orgullosos guardias de élite no se inmutó siquiera ante las advertencias del joven Uchiha.
Tan sólo el que había hablado hasta el momento pareció soltar un bufido —no se sabía si de indignación o de burla— bajo su casco.
—Esté tranquilo, shinobi-dono —replicó—. Al fin y al cabo, si no me traiciona la memoria, un jovencito que apenas llevaba dos días afeitándose le desarmó sin problemas durante un mano a mano.
Otro de sus hombres soltó una risotada breve al oír lo que el jefe del cuarteto había replicado al ninja, y luego indicó que ya había terminado la requisa al preso. Todos los artilugios los habían metido en una bolsa de tela que uno de los soldados llevaba ahora colgando del cinturón.
—Aquí concluye nuestra misión, y la suya —confirmó el robusto soldado, dándose media vuelta e indicando a sus hombres que se marcharan—. Ah, antes de que se me olvide... --metió la mano en el morral que llevaba colgando del cinturón y sacó el pergamino de misión firmado—. Esto es para ustedes.
Akame, agotado y resignado a ver cómo el hombre al que se había estado enfrentando durante casi un año escapaba otra vez —sin quererlo— de sus manos, se adelantó y tomó el pergamino.
—Vámonos, Datsue-kun...
Tan sólo el que había hablado hasta el momento pareció soltar un bufido —no se sabía si de indignación o de burla— bajo su casco.
—Esté tranquilo, shinobi-dono —replicó—. Al fin y al cabo, si no me traiciona la memoria, un jovencito que apenas llevaba dos días afeitándose le desarmó sin problemas durante un mano a mano.
Otro de sus hombres soltó una risotada breve al oír lo que el jefe del cuarteto había replicado al ninja, y luego indicó que ya había terminado la requisa al preso. Todos los artilugios los habían metido en una bolsa de tela que uno de los soldados llevaba ahora colgando del cinturón.
—Aquí concluye nuestra misión, y la suya —confirmó el robusto soldado, dándose media vuelta e indicando a sus hombres que se marcharan—. Ah, antes de que se me olvide... --metió la mano en el morral que llevaba colgando del cinturón y sacó el pergamino de misión firmado—. Esto es para ustedes.
Akame, agotado y resignado a ver cómo el hombre al que se había estado enfrentando durante casi un año escapaba otra vez —sin quererlo— de sus manos, se adelantó y tomó el pergamino.
—Vámonos, Datsue-kun...